domingo, 27 de junio de 2010

Los dos mensajes de la creación. Por Enoch Aguilar


Uno de los pasajes más interesantes del Génesis es aquel que muestra al hombre solo en medio de la creación. A pesar de estar rodeado de la exuberante naturaleza y de estar ocupado en ponerle nombre a todos los animales, a Adán le falta algo. Ve a los animales y advierte que ellos tienen una pareja con quien compartir la belleza que los rodea, pero él no tiene a nadie de su especie con quien disfrutar esa dicha. Se siente incapaz de compartir sus sentimientos con alguien que lo entienda. Dios, quien observa su creación, sabe que Adán se siente solo y dice: “No es bueno que el hombre esté solo” (Génesis 2:18).

En esos momentos de soledad existencial y de pobreza vital del hombre, Dios establece dos instituciones básicas para que Adán no esté, ni se sienta solo: el matrimonio y el sábado.

El matrimonio

El matrimonio fue idea de Dios, quien lo instituyó desde la creación, en el albor de la historia humana. Después de haberlos creado en el sexto día, Dios los unió (ver Génesis 1:26, 27; 2:18-25).

Desde el punto de vista bíblico, es claro que Dios estableció esta relación de esposos como un patrón para las generaciones futuras. En San Mateo19:4-6, Jesús se refirió a eso que fue establecido en el Edén como algo aún vigente.

El apóstol Pablo toma la relación del matrimonio para ilustrar el tipo de relación que debe haber entre Cristo y su iglesia. Como podemos ver, el matrimonio es una institución establecida para el bienestar de la persona y la sociedad humana, y está estrechamente ligado a la prosperidad de la comunidad conyugal y familiar.

La escritora Elena de White escribió: “Cuando se reconocen y obedecen los principios divinos en esta materia, el matrimonio es una bendición, salvaguarda la felicidad y la pureza de la raza, satisface las necesidades sociales del hombre, y eleva su naturaleza física, intelectual y moral”.1

El matrimonio tiene aspectos importantes que podemos resaltar: el acercamiento entre los cónyuges, la pertenencia mutua, la individualidad que los cónyuges deben mantener, el conocimiento que han de tener el uno del otro, y la fidelidad mutua. Sin embargo no me voy a referir a ninguno de estos aspectos, porque me interesa resaltar el aspecto de protección que debe existir en el matrimonio. En Efesios 5:21 se nos dice: “Someteos unos a otros en el temor de Dios”. El apóstol Pablo establece un principio elemental para el buen funcionamiento del matrimonio, el sometimiento mutuo.

El sometimiento del cual habla el apóstol no es el sometimiento para ser controlado sino para ser protegido. En los siguientes versículos encontramos lo que yo llamo “el paraguas de la protección divina”. El hombre debe someterse a Dios, la esposa al esposo y viceversa, y los hijos a los padres.

Cuando se realiza un matrimonio, ya sea por medio un notario, un juez, un pastor o un sacerdote, se pide a los contrayentes que se prometan que se amarán y se protegerán en las buenas y en las malas, hasta que la muerte los separe. Por lo tanto, cada uno se une a su cónyuge para protegerlo. Si se mantiene ese principio en mente, la vida del matrimonio es más llevadera.

Un matrimonio donde se aplica el principio de la mutua protección es el mejor regalo que se les da a los hijos. Es en el contexto de la protección que el apóstol Pablo usa el matrimonio como ejemplo para establecer el tipo de relación que debe haber entre Jesucristo y su iglesia.

Así como en el principio Dios puso a un hombre y a una mujer en el Jardín del Edén, y los unió en matrimonio para que habitaran ese hogar, también les dio a los seres humanos otra institución igualmente sagrada: la institución del sábado. Estas dos instituciones, el hogar y el sábado, van de la mano. Ambas son dones de Dios, por ello son sagradas, y la segunda fortalece y enriquece de una manera única los lazos de la primera.

El séptimo día

El sábado es un espacio en el tiempo que Dios apartó para que Adán y Eva lo adoraran como su Creador y su Dios. El mandamiento del reposo sabático fue confirmado por Dios a su pueblo en su preparación para entrar a Canaán cuando lo escribió en el centro de los Diez Mandamientos, como un sello de su autoridad.

La universalidad del sábado está arraigada en la creación. Sus privilegios y obligaciones son válidos para todas las naciones, sectores o clases (ver Éxodo 20:11; 23:12; Deuteronomio 5:13; Isaías 56:1-8.) La observancia del sábado pertenece a todos los miembros de la familia, incluyendo a los niños y se extiende aun “al extranjero que está dentro de tus puertas” (Éxodo 20:10). El sábado, al igual que los otros días de las semana, comienza al final del día, en este caso el viernes, y dura 24 horas, de tarde a tarde (Génesis 1; San Marcos 1:32). Este tiempo coincide con el momento de la puesta del sol.

Aunque la Biblia no se ocupa directamente de las preguntas específicas que podemos tener respecto a la observancia del sábado en nuestros días, sí nos provee principios generales que son aplicables hoy (ver Éxodo 16:29; 20:8-11; 34:21; Isaías 58:13; Nehemías 13:15-22.)

“La ley prohíbe el trabajo secular en el día de reposo del Señor; debe cesar el trabajo con el cual nos ganamos la vida; ninguna labor que tenga por fin el placer mundanal o el provecho, es lícita en ese día; pero así como Dios abandonó su trabajo de creación y descansó el sábado y lo bendijo, el hombre ha de cesar las ocupaciones de su vida diaria, y consagrar esas horas sagradas al descanso sano, al culto y a las obras santas”.2

Este concepto, sin embargo, no apoya la inactividad total. Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento nos invitan a interesarnos por las necesidades y aliviar los sufrimientos de otros, porque el sábado es un buen día para todos, particularmente para los necesitados y oprimidos (Éxodo 23:12; S. Mateo 12:10-13; S. Marcos 2:27; S. Lucas 13:11-17; S. Juan 9:1-21).

El sábado como señal del Creador, señala su dominio y autoridad. Una observancia significativa del sábado, por lo tanto, indica la aceptación de Dios como el Creador y propietario de todo, y reconoce su autoridad sobre toda la creación, incluso sobre el adorador. La observancia del sábado está basada en la Palabra de Dios. No hay otra razón lógica para ello. Los seres humanos tienen la libertad de entrar en una relación con el Creador del universo como si lo hicieran con un amigo personal.

En Génesis 1-3 encontramos cómo fue creada la humanidad, cómo Dios instituyó el matrimonio, y cómo lo convirtió en un mecanismo de protección para los cónyuges y la familia humana. También vemos que la institución del sábado tenía el propósito de ser una extraordinaria bendición para la existencia humana. El evangelio señaló que el sábado “fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo” (S. Marcos 2:27).

Dios nos proporcionó el matrimonio y el sábado para proveernos protección y compañerismo. Uno nos habla de la relación más estrecha posible entre seres humanos adultos, y el otro nos anima a mantener una relación igualmente íntima con el Creador.

Usted, al igual que Adán y Eva, puede disfrutar de las bendiciones representadas por estas dos instituciones. Puede disfrutar de lazos de afectos con otros seres humanos, y puede desarrollar una conexión espiritual con Dios. Desde nuestros mismos orígenes, Dios sabía lo que necesitamos como sus criaturas y hoy nos invita a aprovechar los dos mensajes de la creación.




Fuente: ElCentinela.com / Diciembre 2009
Autor: Enoch Aguilar, posee un doctorado en Ministerio y escribe para El Centinela desde Houston, Texas.
Referencias: 1. Elena G. de White, Patriarcas y profetas, p. 27. 2. White, El Deseado de todas las gentes, p. 177.

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