sábado, 20 de diciembre de 2008

Sirvamos al Maestro. Por Elena G. de White.

Cada talento tiene su lugar.

Es el propósito divino que el plan de salvación no sea llevado a cabo en forma independiente de los instrumentos humanos. A fin de proclamar el evangelio a la raza humana, Dios no ha elegido a los ángeles, sino a hombres con pasiones semejantes a las nuestras. Pablo dice: “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios y no de nosotros”. Fue para que Dios reciba la honra que esta obra fue encomendada a los débiles y descarriados mortales… Es importante que todos los que han sido hechos partícipes de esta gran salvación comuniquen a los demás lo que les ha sido dado a conocer.

Demos lo mejor

Todos los que han recibido la luz de la verdad son colocados bajo solemnes obligaciones para permitir que la luz se esparza hacia los demás. Cada uno puede, dentro de su humilde esfera, hacer algo para el Maestro. Puede ser que no sea capaz de realizar ofrendas magníficas para colaborar con el avance de la causa de Dios, pero puede dar el servicio dispuesto y alegre de un corazón obediente. No todos pueden ser predicadores; no todos pueden ser generales en el ejército del Señor; pero todos pueden ser soldados fieles, que siguen en humilde obediencia las órdenes del Capitán de su salvación. Pueden animar a sus compañeros con palabras de valor y esperanza y, al hacerlo, revelarán las alabanzas de aquel que los ha llamado de las tinieblas a su luz admirable. Dios requiere de todos el mejor servicio que puedan dar…

Que cada uno se pregunte diligentemente: ¿Qué he hecho por Cristo?… Y entonces, que en humildad cada uno se entregue sin reservas a Dios, diciendo: Heme aquí, Señor, envíame a mí.

En ese gran día, cuando toda obra sea traída a juicio, los labios del Maestro dirán estas palabras sobre los atónitos oídos de los obreros humildes y pacientes: “Porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber; fui forastero y me recogisteis; estuve desnudo y me vestisteis”. Los que escuchen estas palabras no recordarán haber 
hecho algo digno de tal encomio, por lo que preguntarán: “Señor, ¿cuándo te vimos así?” La respuesta no se hace esperar: “En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis”… y agregará: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el Reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo”…

Hay una obra para todos

Dondequiera se erija una iglesia, el ministro no debería considerar que su deber está cumplido hasta que todo haya sido organizado y puesto en correcto funcionamiento. Todo miembro debería llegar a ser un misionero. Todos deberían hacer algo para contribuir a esparcir la luz de la verdad; esa actividad les ayudará a crecer espiritualmente…

El obrero que establece pequeños grupos aquí y allí, jamás debería dar la impresión, a los que recién han aceptado la fe, que Dios no requiere que ellos trabajen de manera sistemática para contribuir a sostener la causa mediante sus esfuerzos y medios personales…

Recibisteis de gracia, dad de gracia

Los que han sido hechos partícipes de la gracia divina no deberían demorarse en mostrar su aprecio por el don recibido. No deberían creer que el diezmo es el límite de su liberalidad… Ninguno debería olvidarse de dar ofrendas de agradecimiento y voluntarias para Dios…

El Señor brinda a algunos la oportunidad de honrarlo con la abundancia del sustento. Otros, si no les es posible hacer más por Dios, pueden honrarlo igualmente al buscar la oportunidad de dar una copa de agua fresca al discípulo cansado y sediento. No solo los que ostentan grandes posesiones tienen el privilegio y el deber de ser fieles, sin escatimarle nada al Señor… El que sigue el plan divino en lo poco que le ha sido dado recibirá en retorno lo mismo que el que ofrenda de su abundancia…

¡Oh, si pudiera impresionar a todos con la importancia 
de seguir el plan de Dios en todas las cosas, y en llegar a ser obreros para él! Humillemos nuestros corazones ante el 
Señor y, cuando lleguemos a ser sus verdaderos seguidores, sentiremos que debemos confesar que hemos hecho 
demasiado poco por el amado Salvador que tanto hizo por nosotros.


Fuente: Adventist World. Este artículo es un fragmento del que apareció en la Advent Review and Sabbath Herald, conocida ahora como la Adventist Review, el 24 de agosto de 1886.
Autor: Elena G .de White. Los adventistas creemos que ejerció el don bíblico de profecía durante más de setenta años de ministerio público.

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