viernes, 26 de agosto de 2011

Amadas y habilitadas / Por Mable C. Dunbar

Día Anual de Énfasis en la Prevención del Abuso 1
Introducción

Génesis 1:16 y Génesis 2: 18-24, registran la especial y sagrada creación de la humanidad. Desde el principio, el hombre y la mujer fueron hechos para gobernar y tener dominio sobre la tierra. Y dijo Dios: “¡Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza! ¡Y domine sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre el ganado y sobre todo animal que se arrastra sobre la tierra! Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó. Hombre y mujer los creó”.

Dios creó al hombre y la mujer para ser perfectos y para estar en armonía entre ellos y con Dios. El hombre y la mujer fueron creados para funcionar como sus representantes en la tierra. Debían participar equitativamente en todas las cosas: en obediencia, en bendiciones, en el gobierno y en la reproducción.

La agenda destructiva

Lucifer fue creado como querubín cubridor. Eventualmente se llenó de orgullo y deseo ser como Dios. Se dijo a sí mismo: “Subiré al cielo, en lo alto, por encima de las estrellas de Dios levantaré mi trono, en el Monte de la Reunión, al lado norte me sentaré. Sobre las altas nubes subiré, y seré semejante al Altísimo" (Isaías 14: 12-14). Convenció a muchos otros ángeles de que su causa era justa. Luego comenzó la guerra en el cielo. Satanás y sus simpatizantes fueron derrotados. Fueron arrojados del cielo. Se intensificaron su espíritu de venganza y su deseo de poder: Cuando Adán y Eva comieron del fruto prohibido, Satanás usó las tácticas del miedo, la vergüenza y la culpación para tratar de destruir la imagen de Dios en ellos. Todavía se esfuerza en destruir a la humanidad; algunos de sus métodos son la violencia doméstica y el abuso.

La violencia doméstica, conocida algunas veces como palizas, o maltrato de cónyuge, abuso por parte del cónyuge, o violencia íntima, constituye un patrón de comportamiento usado por una persona para establecer poder y control sobre otra, sin tomar en cuenta sus derechos individuales. El abuso puede ser físico, sexual, religioso, verbal, emocional, económico o psicológico; puede incluir actos o amenazas de actos. La intención del abuso es asustar, intimidar, aterrorizar, manipular, lastimar, humillar, culpar, avergonzar o lastimar.

Los hechos

La violencia doméstica es un serio problema mundial. Viola los derechos fundamentales de los seres humanos y trae casi siempre como resultado lesiones o muerte. La violencia doméstica no se limita a un solo género. Sin embargo, las mujeres son más frecuentemente las víctimas.

Mundialmente, hay varias fuerzas sociales, económicas, políticas y religiosas que ejercen en forma diferente su impacto sobre los derechos humanos de la mujer. Las mujeres pueden también experimentar violaciones a los derechos humanos que no caen en la categoría de las definiciones comúnmente aceptadas de estos cuatro tipos de violencia. Tales violaciones incluyen matrimonios forzados o a muy temprana edad, mutilación genital femenina, asesinato por honor, violencia relacionada con la dote, violación como arma de guerra, infanticidio femenino y esterilización forzada. Algunas formas de violencia pueden ser una respuesta a reglamentos o leyes gubernamentales, tales como el reglamento de un solo hijo, en China, que ha llevado al aumento del infanticidio perpetrado en niñas. 2

“Las tradiciones sociales y las creencias religiosas juegan un papel en relación con la mutilación genital y los crímenes de honor. Los efectos de los matrimonios forzados o en edad temprana, incluyen costos de salud reproductiva, un mayor riesgo de violencia doméstica y oportunidades limitadas de educación y empleo. En las culturas donde se percibe la pureza de una mujer, como concerniente al honor de toda la comunidad, se ha estado usando cada vez más la violación como táctica bélica en áreas de conflicto”. 3

La violencia familiar en contra de las mujeres ocurre tanto en los países desarrollados como en los países en vías de desarrollo. Se ha considerado por mucho tiempo como un asunto privado. Pero las estadísticas pintan un cuadro horrendo de las consecuencias sociales y de salud de la violencia contra la mujer. La violencia es una de las causas principales de muerte y discapacidad entre las mujeres de 15 a 44 años. Mundialmente, entre 40 a 70 por ciento de todas las víctimas de asesinato de mujeres lo han sido por un compañero íntimo. En el Perú, el 70 por ciento de todos los crímenes informados a la policía, implica mujeres golpeadas por sus esposos. En los Estados Unidos, cada 18 minutos es golpeada una mujer. Ciertamente, la violencia doméstica es la causa principal de daño entre las mujeres en edad reproductora en los Estados Unidos.

La mutilación genital femenina es otro horrible tipo de violencia en contra de la mujer. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, de 85 a 115 millones de niñas y mujeres han pasado por alguna forma de mutilación genital femenina y han sufrido sus adversos efectos en su salud. Se estima que más de 130 millones de niñas y mujeres que viven actualmente, han sufrido tal manipulación genital, principalmente en África y algunos países del Oriente Medio; y dos millones de niñas al año corren el riesgo de tal manipulación. Hay un consenso cada vez mayor de que la mejor manera de eliminar esas prácticas es a través de campañas educativas que enfatizan sus peligrosas consecuencias para la salud.

La violencia relacionada con la dote matrimonial y los matrimonios a edad temprana, es también una amenaza contra la vida y la salud. Los estudios indican que las demandas de la dote juegan un papel importante en casos en que las mujeres son quemadas vivas y en defunciones de mujeres, catalogadas como suicidios. En la India, un promedio de cinco mujeres al día son quemadas en disputas relacionadas con la dote matrimonial –y muchos otros casos no se llegan nunca a informar.

Los actos de violencia en contra de las mujeres en el ámbito de la comunidad, incluyen violación, asalto sexual dentro del matrimonio, acoso sexual, prostitución y tráfico sexual, pornografía y maltrato de trabajadoras emigradas.

En los Estados Unidos, las estadísticas nacionales indican que alguna mujer es violada cada seis minutos. Un informe de siete diferentes países indica que más del 60 por ciento de las víctimas de asalto sexual conocen al atacante. En Sudáfrica, cada veinte segundos se comete un crimen sexual.

Muchas mujeres se ven empujadas hacia la prostitución ya sea por sus padres, esposos o novios –o como resultado de condiciones económicas y sociales difíciles. Algunas veces son también atraídas a la prostitución por agencias para conseguir cónyuge, que les prometen encontrarles un esposo o un trabajo en un país extranjero. Como resultado, se encuentran muchas veces en situación ilegal, confinadas en prostíbulos bajo condiciones esclavizantes, en donde se les confisca su pasaporte y son abusadas físicamente.

Se estima que dos millones de mujeres quedan atrapadas cada año en la industria mundial del sexo, mientras que una cifra incontable de niñas y otras mujeres se ven forzadas a trabajar con salarios demasiados bajos. La ONU dice que no existen estadísticas precisas, pero el número de mujeres con quienes se trafica anualmente cruzando fronteras podría ser el doble si se incluyen aquellas forzadas en situaciones domésticas. El tráfico de mujeres y niñas ha alcanzado proporciones alarmantes, especialmente en los países asiáticos. Hay un tráfico anual de más de 100,000 mujeres en el sur de Asia.

Tal vez el más horrendo tipo de violencia contra la mujer, es la perpetrada, condonada, o simplemente ignorada por aquellos responsables por hacer cumplir la ley y proveer protección. Los ejemplos incluyen violencia contra mujeres en custodia, violencia contra mujeres en casos de conflicto armado y violencia contra mujeres refugiadas y desplazadas.

La violencia contra la mujer afecta a mujeres de todas las edades, etnias, razas, nacionalidades y trasfondos socioeconómicos. Algunas formas de violencia son del tipo violencia de género y son perpetradas más excesivamente contra mujeres, las cuales incluyen violencia física, asalto sexual, acoso sexual y tráfico humano. Tales tipos de violencia ocurren en muchos hogares, incluyendo hogares cristianos. No debemos nunca pensar que el abuso no puede ocurrir en hogares adventistas. Un estudio realizado en una asociación de los Estados Unidos, encuestó a 1,431 adultos –hombres y mujeres- y obtuvo resultados sorprendentes. Casi un 34 por ciento de mujeres y más de 20 por ciento de hombres declararon haber sido asaltados por un compañero íntimo.

No podemos ignorar este hecho. No podemos ignorar más este mal que quebranta el espíritu y destruye vidas. Debemos recordar que tenemos una responsabilidad, como guardas de nuestra hermana o de nuestro hermano.

El hecho real

¿Es la prevalencia y devastadores efectos de la violencia doméstica, un asunto simplemente de género? ¡No! El abuso y la violencia doméstica en sus muchas manifestaciones son evidencias de “la obra del reino de Satanás destruyendo el orden, el amor y la felicidad en las relaciones humanas… No podemos minimizar el mal al considerarlo como una vaga fuerza espiritual que preside fuera de la conducta humana. El mal es una personalidad sobrehumana: Satanás… Las acciones malas son actos de pecado. Son asaltos contra las leyes morales de Dios. Separan de Dios y de sus prójimos al obrador de maldad”.4 ¡La violencia doméstica es un asunto que tiene que ver con el pecado!

Satanás desea mantener a los hombres y mujeres culpándose, avergonzándose y atemorizándose unos a otros para evitar que se unan contra él, el verdadero enemigo de nuestra vida y nuestra alma. Nuestra lucha no es unos contra otros –hombres contra mujeres; miembros contra dirigentes; padres contra hijos. La batalla es en contra del enemigo de las almas.

La agenda de amor y poder

Debemos usar nuestros talentos para servir a Dios, para servir a otros y al mundo que nos rodea. Es esencial que enseñemos unidad y mutualidad en las relaciones y actuemos como ejemplos a seguir para las generaciones futuras.

Hombres y mujeres nos necesitamos unos a otros; y no podemos servir a Dios eficazmente con una actitud de independencia, superioridad o inferioridad hacia los demás. Debemos trabajar juntos como equipo, en consorcio mutuo. George Craig dice que “el trabajo como socios no es un principio, sino una relación entre personas que están en la misma empresa, comparten los mismos riesgos, los mismos privilegios y las mismas responsabilidades. Todo depende de la realidad de nuestra sociedad unos con otros y de cada uno con Dios”.

1 Corintios 12 dice que cada persona recibe dones espirituales para la edificación del cuerpo de la iglesia. Esos dones son dados por el Espíritu Santo, según su opción, sin discriminación de géneros. Son dados para edificar la iglesia. La iglesia recibe una bendición cuando no solamente se reconoce el papel de hombres y mujeres, sino que también se utiliza y fortalece el mismo. Cuando esto ocurre, las relaciones se fortalecen. Los matrimonios se fortalecen. Nuestras iglesias, asociaciones y comunidades se fortalecen, Fomentamos un sistema de adoración y servicio que ayudará a que cese el ciclo de violencia doméstica y abuso sexual. Ayudamos a crear un ambiente seguro, amante y de habilitación en el que todos puedan vivir y prosperar.

¿En qué forma trató Jesús a las mujeres abusadas?

Con frecuencia me pregunto cuál era la experiencia de una mujer hace dos mil años, en la presencia del Señor. ¿Qué aprendía al interactuar con él? ¿Qué veía ella en sus ojos cuando él la veía, o escuchaba en su voz cuando él le hablaba? ¿La liberaba el sonido de su voz, de sus temores asociados con su quebrantamiento, victimización, abuso, rechazo y sufrimiento? ¿Se disipaba su sensación de abandono e insuficiencia cuando él colocaba su mano sobre su hombro?

1.Las perdonó. (Lucas 7: 37-48; Marcos 14: 3-9).

Cierto día, un fariseo invitó a Jesús a cenar. Cuando una mujer que había vivido una vida pecaminosa se enteró de que Jesús estaba cenando en casa de este fariseo, compró un perfume en un vaso de alabastro. Se arrojó a sus pies llorando y comenzó a secar sus pies con sus cabellos y a derramar perfume sobre ellos. Los otros invitados estaban horrorizados, pero Jesús le dijo: “Haz amado mucho. Tus pecados te son perdonados. Tu fe te ha salvado, ve en paz”.

2. Nos las condenó, sino les tuvo misericordia. (Juan 8: 1-11)

¿Cuáles serían los pensamientos que cruzaban por la mente de Jesús y los sentimientos que inundaban su corazón el día cuando le trajeron arrastrando a una prostituta, una mujer maltratada y aterrorizada, a la cual lanzaron a sus pies? La acusaban de adulterio y sus acusadores querían que Jesús dijera lo que se debía hacer con ella. La mujer estaba aterrada. Cualquier palabra de Jesús podía significar la muerte. El silencio imperaba mientras él se inclinó a escribir algo en la arena. Cuando terminó, le preguntó: “Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Ninguno te ha condenado?” “¡Ninguno, Señor!”, contestó la mujer. Jesús la tranquilizó y le encomendó: “Tampoco yo te condeno; vete y no peques más”.

3. Les manifestó amor, comprensión y ternura. (Juan 4: 6-26)

La mujer samaritana procedía de una raza despreciada por los judíos. Además, como mujer, era considerada inferior, como todas las mujeres en esa época. Al llegar al pozo ese día, Jesús estaba esperando pacientemente para hablar con ella. Él sabía que la mujer había estado con muchos hombres y buscaba amor y seguridad. Escuchó el clamor de su corazón cuando él le dijo con ternura: “Yo soy el Mesías”. No estaba ahí para hacerla sentir culpable. Estaba ahí para mostrarle su amor, bondad y ternura, después de que ella había experimentado tanto sufrimiento y rechazo. Jesús estaba ahí para ofrecerle salvación eterna.

4. Las sanó, limpió y las hizo fuertes. (Marcos 5: 25-34; Mateo 9: 20-22).

Otra mujer acudió a él con un severo problema médico. Había estado sangrando por doce años. Seguramente había sido abandonada o rechazada por su familia. Había visto muchos médicos. Había gastado todos sus recursos. Un día se sentó en una polvorienta calle de Galilea para esperar a que Jesús pasara. Desesperada, dijo en su corazón: “Si tan solo puedo tocar el borde de su manto, seré sana”. Avanzó a empujones entre la multitud y llegó hasta él. Un toque en su manto y desaparecieron doce años de sufrimiento. Y Jesús la miró. Su mirada le hizo saber que él sabía de su sufrimiento; que entendía lo cansada que había estado. Jesús se regocijaba con ella porque había sido sanada, porque estaba limpia y porque su fortaleza se había perfeccionado en su debilidad.

Ciertamente, Jesús simpatizaba con toda la humanidad, incluyendo las mujeres. Hizo a un lado la actitud de su época, de que las mujeres eren inferiores, sin valor alguno, excepto como propiedad y fuerza laboral. A partir de esos incidentes registrados en la Biblia, podemos ver que valoraba y sigue valorando a la mujer.

¿En qué forma somos amadas y habilitadas hoy?

• Jesús nos perdona
• Jesús nos da su amor y ternura
• Jesús nos sana, nos limpia y nos hace fuertes
• Jesús no nos condena, sino nos trata con misericordia
• Jesús restaura nuestra alma y volvemos a ser completos en él
• Jesús nos levanta de la muerte espiritual.
• Jesús nos da la oportunidad de ser salvos. El camino de la salvación es el mismo para el hombre y la mujer. Cada uno es perdonado, cada uno recibe vida eterna y llega a ser un hijo o una hija en la familia de Dios (Romanos 8: 16, 17).
• Jesús nos da poder y oportunidades ilimitados. “Todo ser humano, creado a la imagen de Dios, está dotado de una facultad semejante a la del Creador” (La educación, p. 16).
• Jesús nos promete estar con nosotros: "No te dejaré ni te desampararé" (Hebreos 13:5)
• Su amor por nosotros es eterno y continúa atrayéndonos a él cuando nos extraviamos. "Con amor eterno te he amado, por eso te atraje con bondad” (Jeremías 31:3).

Conclusión

La violencia doméstica, en sus muchas manifestaciones, es un asalto contra el carácter de Dios y las normas morales. Ocurre a puertas cerradas y su resultado son almas decaídas, espíritu abatido y daños físicos, emocionales y sexuales que pueden llevar a la muerte. No es un asunto de género. Es un asunto de pecado. Es un intento de Satanás de destruir la imagen de Dios en nosotros.

Es por lo tanto imperativo que como creyentes adventistas hagamos todo lo que podamos, individual y corporativamente, para terminar con la violencia doméstica y el abuso en todas sus formas, para ayudar a las víctimas, para dirigir a los abusadores hacia agencias de servicios, para ayudar a los niños y apoyar el funcionamiento saludable de las familias en nuestras congregaciones y comunidades.

Muchas personas se han apartado de la religión por la inconsistencia que observan entre personas que creen que Jesús vino a dar libertad a los cautivos (Lucas 4:18) y la continua falta de apoyo y servicios a favor de mujeres, hombres y niños que sufren cuando la violencia doméstica muestra su horrible rostro.

Debemos continuar hablando en contra de ella tanto en nuestras conversaciones privadas como en los foros públicos. No podemos continuar negando que está ocurriendo en nuestros hogares, iglesias y comunidades. Tenemos la obligación de atender este asunto tan frecuentemente como podamos y en tantas formas como podamos. Al hacerlo, ¿cómo sabemos qué vida podríamos salvar? La siguiente historia ilustra la importancia de tener el valor de involucrarse.

“Cierta noche caminaba por una calle poco iluminada, cuando escuché gemidos que provenían de detrás de unos arbustos. Alarmado, aminoré el paso y escuché con cuidado. Me llené de pánico cuando me di cuenta que lo escuchado eran los sonidos inconfundibles de una lucha: fuertes resoplidos, forcejeo frenético y rasgadura de ropa. A solo unos cuantos metros de donde me encontraba, una mujer estaba siendo atacada.

¿Debía involucrarme? Temía por mi propia seguridad y estaba enojado conmigo mismo por tener que tomar otro camino a casa esa noche. ¿Qué tal si me convertía en otra estadística? ¿No debía simplemente correr al teléfono más próximo y llamar a la policía? Aunque parecía una eternidad, las deliberaciones en mi mente habían tomado solo segundos, pero ya para entonces los gemidos de la chica eran más débiles. Sabía que tenía que actuar rápidamente. ¿Cómo podía alejarme simplemente de ahí? No, no podía darle la espalda a esta mujer desconocida, aun a riesgo de mi propia vida.

No soy un hombre valiente, ni soy atlético. No sé de dónde saqué el valor moral y la fuerza física; pero una vez que hube decidido ayudar a la joven, me transformé totalmente. Corrí hacia los arbustos y le quité de encima al asaltante. Forcejeamos y caímos al suelo, en donde luchamos por un tiempo hasta que el atacante huyó corriendo. Jadeando fuertemente, me incorporé y me acerqué a la chica que estaba agachada, llorando detrás de un árbol. Apenas podía ver su silueta en la oscuridad, pero podía percibir que estaba en estado de choque.

No queriendo asustarla aun más, le hablé desde cierta distancia. “Todo está bien”, le dije para calmarla. “El hombre se fue. No te va a pasar nada”.

Después de una larga pausa, escuché sus palabras pronunciadas con gran asombro. “¿Eres tú, papá? Entonces, de detrás del árbol, avanzó hacia mí mi hija menor, Katherine”. 5

Al resolver arriesgar nuestra vida por otros, descubriremos el verdadero sentido del amor, el sorprendente poder y fuerza de la voluntad transformada por Cristo. Al hacer buenas obras a favor de los demás, las estaremos haciendo para nosotros mismos. Dios desea que todos trabajemos juntos para poner un alto a la violencia doméstica, al abuso en todas sus formas y al ciclo multigeneracional de violencia. Al determinar hacerlo, Dios nos dará fuerza, valor y sabiduría.

Nuestra respuesta

Mi oración es que ustedes determinen hacer todo lo que puedan para terminar con la violencia doméstica y el abuso sexual en dondequiera que se encuentren. Que reconozcan cuánto Dios ama y se preocupa por cada persona. Que busquen su poder diariamente para actuar con rectitud, para amar la misericordia y caminar humildemente con él




Fuente: Adventist Women's Ministries / General Conference of the SDA (adaptado por Ojo Adventista)
Autor: Mable C. Dunbar, Ph.D., L.P.C.., es la directora de Ministerio de la Mujer, educadora de Vida Familiar y directora del Centro de Orientación de la Asociación Upper Columbia, en los Estados Unidos. Es también presidenta y ejecutiva principal de la Red de Sanidad y Habilitación para Mujeres (antes Red Polly’s Place). Es consejera profesional con licencia, terapeuta certificada de conducta cognitiva y consejera certificada de violencia doméstica. Es autora de The truth about us: How to discover the potential God has given you [La verdad acerca de nosotras: cómo descubrir el potencial que Dios nos ha dado] y coautora de We suffered in silence [Sufrimos en silencio] y No more excuses [No más excusas].
Referencias: 1.
El 27 de agosto de 2011 / El Consejo Anual 2001 de la Conferencia General de Adventistas del Séptimo Día, VOTÓ para designar el cuarto sábado de agosto como Día de Énfasis de Prevención de Abuso e incluirlo en el Calendario anual de la Iglesia de Días Especiales y Eventos de cada año. 2. One child policy in China designated to limit population growth [Reglamento de un solo hijo, en China, diseñado para limitar el aumento de población] por Matt Rosenberg, About.com Guides 3. Advocates for human rights [Defensores de derechos humanos], 1 de febrero de 2006. 4. James y Phyllis Alsdurf, Battered into submission. Westmont, IL: InterVarsity Press, 1986, pp. 61, 62. 5. Greg O´Leary, en Small miracles, por Yitta Halberstam, Holbrook, MA: Adams Media, 1998.






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martes, 2 de agosto de 2011

La adoración en los escritos de Elena G. de White. Por Daniel Oscar Plenc

Un examen del tema de la adoración en los escritos de Elena G. de White puede mostrar orientaciones prácticas acerca del culto, la reverencia, el canto, etc. Pero una lectura más detenida ofrece también elementos esenciales del fundamento teológico tras las manifestaciones cúlticas eclesiales. El presente trabajo propone elementos teológicos de la adoración a partir de los escritos de Elena G. de White relacionados con cinco áreas de la teología: la doctrina de Dios, la antropología, la soteriología, la eclesiología y la escatología.


Dios: el objeto digno de adoración

Para Elena G. de White, Dios merece la adoración de sus criaturas en virtud de sus atributos y acciones. Afirma que un mejor conocimiento de Dios suscita la adoración de los hombres. “Cuando podamos comprender el carácter de Dios como lo comprendió Moisés (Éxodo 33:19; 34:6-8), también nos apresuraremos a postrarnos en adoración y alabanza”. 1 Por esa misma razón Satanás se esfuerza en distorsionar su carácter. 2

Al igual que las Escrituras, los escritos de Elena G. de White fundamentan la adoración en virtud de los atributos absolutos de Dios, como la infinitud, la eternidad, la grandeza, y la perfección. Señala que Satanás ha intentado reemplazar “la justicia y perfección del Dios infinito que es el verdadero objeto de la adoración...”. 3 Estas cualidades divinas justifican la adoración. “Jehová, el eterno, el que posee existencia propia, el no creado, el que es la fuente de todo y el que lo sustenta todo, es el único que tiene derecho a la veneración y adoración supremas”. 4 En razón de sus perfecciones existe un objeto único de adoración. “No es al hombre a quien debemos exaltar y adorar; es a Dios, al único Dios verdadero y viviente, a quien se le debe adoración y reverencia”. 5

La alabanza y la gratitud aparecen en estrecha relación con los atributos relativos de Dios, como su presencia, bondad, misericordia, poder, y soberanía. Se indica que “la verdadera reverencia hacia Dios nos es inspirada por un sentido de su infinita grandeza y un reconocimiento de su presencia” y que “la presencia de Dios hace que tanto el lugar como la hora de la oración sean sagrados”. 6 La convicción de la presencia divina hace del culto una ocasión de pleno gozo. 7 La bondad y el poder del Señor se presentan como estímulos para la alabanza y la gratitud. 8 Dios mostró su poder en los eventos del éxodo “para que su pueblo se apartara de la idolatría y le tributara verdadera adoración”. 9 Al “considerar a Dios como un padre tierno y misericordioso” el servicio y la adoración se transforman en un placer. 10

Elena G. de White era muy conciente de que la adoración verdadera responde además a los atributos morales de Dios, como la santidad y el amor. La indumentaria del sacerdocio hebreo inspiraba “el sentimiento de la santidad de Dios, de lo sagrado de su culto y de la pureza que se exigía a los que se allegaban a su presencia”. 11 La visión del Señor volvió a Isaías más consciente de su indignidad “a medida que miraba la santidad y majestad del santuario”. 12 Deben inculcarse en los miembros de iglesia “ideas correctas de la adoración y reverencia verdaderas” a fin de prepararlos “para alternar con los adoradores de los atrios celestiales, donde todo es pureza y perfección, donde todos los seres manifiestan perfecta reverencia hacia Dios y su santidad”. 13 Cuando el creyente se congrega, ha de recordar que “Dios es superior y santo...”. 14 Al igual que Noé después del diluvio, debiera expresarse gratitud y culto ante las manifestaciones de la misericordia y el amor de Dios. 15 La contemplación del amor de Dios despertó la ferviente adoración y la gratitud de David e inspiró su alabanza. 16 Ese amor divino manifestado en la cruz de Cristo estimula la alabanza, la gratitud, la adoración alegre y el gozo reverente. 17

A veces se propone una combinación de atributos morales y relativos como motivo de adoración humana y celestial, particularmente la justicia y la misericordia. La unión de estas características divinas “llena todo el cielo de admiración y adoración”. 18 Se dice que el sábado “es un testimonio perpetuo de su existencia, y un recuerdo de su grandeza, su sabiduría y su amor”. 19

Varias acciones divinas aparecen como razones que demandan la adoración a Dios. El Dios creador y sustentador se hace merecedor de la adoración de los hombres. 20 “El deber de adorar a Dios estriba en la circunstancia de que él es el Creador, y que a él es a quien todos los demás seres deben su existencia”. 21 No es la naturaleza sino su Creador el objeto de la honra y la adoración. 22 “El Dios vivo merece nuestro pensamiento, nuestra alabanza, nuestra adoración como Creador del mundo, como Creador del hombre. Debemos alabar a Dios porque fuimos maravillosamente hechos”. 23 El capítulo 14 de Apocalipsis exhorta a los hombres a que adoren al Creador en fidelidad y obediencia. 24 El sábado conmemora la creación y recuerda la verdadera razón para la adoración a Dios. 25

Elena G. de White también deja ver que la revelación divina hace posible la adoración humana. “La religión que proviene de Dios es la única que conducirá a Dios”. 26 Jesús fue también sobre este tema la fuente suprema de revelación. “Jesús había venido para enseñar el significado del culto a Dios, y no podía sancionar la mezcla de los requerimientos humanos con los preceptos divinos”. 27 “Cristo vio que algo debía hacerse... La obra de Cristo consistía en establecer un culto completamente diferente”. 28 Se advierte contra la excitación de sentimientos y se favorece la predicación serena de la Palabra. Los sentimientos quedan subordinados al juicio. Se rechazan tanto el fanatismo como el frío formalismo como engaños satánicos, así como la confusión, y las grandes manifestaciones corporales. 29

El concepto de Elena G. de White sobre adoración muestra un equilibrio entre la trascendencia y la inmanencia de Dios 30, y en consecuencia un balance entre los aspectos formales e informales de la adoración. 31 La adoración se mueve entonces entre el temor reverencial y la gozosa comunión. Tanto la grandeza como la presencia de Dios inspiran la verdadera reverencia. 32 La presencia y el amor de Cristo en el corazón de lo adoradores se reflejarán en reuniones intensamente interesantes e impregnadas por la atmósfera del cielo. 33 Dios “honra con su presencia las asambleas de sus hijos” y los acompaña por medio de su Espíritu. 34

La adoración se concibe en términos trinitarios, porque reconoce la dignidad divina de Cristo 35, y el protagonismo del Espíritu Santo. El verdadero culto es “el fruto de la obra del Espíritu Santo”. 36 Sólo el Espíritu crea un entusiasmo sano. 37

En consecuencia, la adoración es una experiencia teocéntrica, motivada por un Dios a la vez soberano y presente en la asamblea eclesial.


El hombre: el sujeto que adora

Para Elena G. de White la adoración es la respuesta integral de la criatura humana ante el ser y el quehacer divino. Esa respuesta debe caracterizarse tanto por la reverencia y la humildad, como por la gratitud, la alabanza, el gozo, y el amor.

En la vivencia cúltica los humildes y creyentes adoradores reconocen la superioridad y santidad de Dios y la dignidad de su casa. 38 “Los discípulos de Cristo deben precaverse hoy contra la tendencia a perder el espíritu de reverencia y temor piadoso. Las Escrituras enseñan a los hombres cómo deben acercarse a su Hacedor, a saber con humildad y reverencia, por la fe en un Mediador divino...”. 39 Las dádivas que sustentan el culto público atestiguan “la existencia y la soberanía del Dios viviente”, y expresan lealtad y amor hacia él. 40 Las santas convocaciones en Israel debían mantener vivos la fe, el amor y la gratitud. 41

Al mismo tiempo los hijos de Dios deben hablar palabras de alabanza y agradecimiento 42, y asistir a la casa de adoración “llenos de gozo”. 43 Elena G. de White dice que el servicio y la adoración debieran realizarse con alegría y placer. “Aquello que se hace para la gloria de Dios debe hacerse con alegría, con cánticos de alabanza y acción de gracias, no con tristeza y semblante adusto... Debiera ser un placer adorar al Señor y participar en su obra... El quiere que quienes van a adorarlo puedan llevarse preciosos pensamientos de su cuidado y amor, para que estén siempre contentos en sus ocupaciones diarias y tengan gracia para conducirse honesta y fielmente en todas las cosas”. 44

Ante la manifestación divina el hombre se hace consciente de su indignidad. Al contemplar la majestad y santidad de Dios, Isaías se vio a sí mismo en su pequeñez, indignidad e incompetencia. 45

Todo el ser del hombre adora a Dios, cuidando su cuerpo, sus pensamientos, y sus emociones bajo el dominio de la razón santificada. En el concepto de Elena G. de White “La salud... está más íntimamente relacionada con la conciencia y la religión de lo que muchos piensan”. 46 Existe por tanto la idea de adoración como estilo de vida. “Dios deseaba que toda la vida de su pueblo fuera una vida de alabanza”. 47

La adoración es, entonces, una respuesta positiva e integral del hombre a Dios.


La salvación: motivación y habilitación

En Elena G. de White existe una relación cercana entre adoración y soteriología, porque la adoración se concentra en la obra redentora de Cristo, y en el plan de salvación. Tal como lo atestiguan los textos veterotestamentarios, ya el culto de Israel anticipaba la salvación provista por Cristo. 48

La adoración surge como respuesta a la salvación, motivando y capacitando al creyente en esa experiencia. “Al meditar el pueblo de Dios en el plan de salvación, sus corazones se enternecerán con amor y gratitud...”. 49 La cruz de Cristo se convierte en la gran fuerza de la vivencia cúltica. “Contemplando al Redentor crucificado, comprendemos más plenamente la magnitud y el significado del sacrificio hecho por la Majestad del cielo. El plan de salvación queda glorificado delante de nosotros, y el pensamiento del Calvario despierta emociones vivas y sagradas en nuestro corazón. Habrá alabanza a Dios y al Cordero en nuestro corazón y en nuestros labios; porque el orgullo y la adoración del yo no pueden florecer en el alma que mantiene frescas en su memoria las escenas del Calvario”. 50 El hombre responde en amor y adoración agradecida por la obra salvadora de Dios. 51 “No tiene paralelo el sacrificio de Cristo por el hombre caído. Es el tema más excelso y sagrado en que podamos meditar. Cada corazón que es iluminado por la gracia de Dios es constreñido a inclinarse con inexpresable gratitud y adoración delante del Redentor por su sacrificio infinito”. 52 La revelación del amor de Dios en Cristo genera en el hombre gratitud, obediencia, adoración, amor, alegría y alabanza. 53 El poder de la cruz pone en acción “los misteriosos manantiales de la esperanza y el temor, la adoración y el amor”. 54

En la eternidad seguirá adorándose en respuesta al sacrificio de Cristo. “La cruz de Cristo será la ciencia y el canto de los redimidos durante toda la eternidad... El hecho de que el Hacedor de todos los mundos, el Árbitro de todos los destinos, dejase su gloria y se humillase por amor al hombre, despertará eternamente la admiración y adoración del universo”. 55

Hasta los mundos no caídos “tributan alabanza y honor y gloria a Jesucristo por el plan de la redención para salvar a los hijos caídos de Adán así como para confirmarlos a ellos mismos en su posición y en su carácter de pureza”. 56 El cielo expresó alabanza y adoración “por la gran misericordia y condescendencia de Dios al dar a su amado Hijo para que muriese por una raza rebelde. Expresaron alabanza y adoración por el abnegado sacrificio de Jesús, que consentía en dejar el seno del Padre y escoger una vida de sufrimientos y angustias y morir ignominiosamente para poder dar vida a otros”. 57

La intercesión de Cristo en favor del hombre en el santuario celestial también provoca la gratitud y la adoración a Dios. 58

La adoración humana sólo es posible por la gracia divina y la justicia de Cristo, y constituye una respuesta de fe viviente y salvífica, que se manifiesta en buenas obras, obediencia y servicio. “El incienso, que ascendía con las oraciones de Israel, representaba los méritos y la intercesión de Cristo, su perfecta justicia, la cual por medio de la fe es acreditada a su pueblo, y es lo único que puede hacer el culto de los seres humanos aceptable a Dios”. 59 Del mismo modo la sal añadida a todo sacrificio en las ceremonias del templo “significaba que únicamente la justicia de Cristo podía hacer el culto aceptable para Dios”. 60

El amor perdonador de Dios trae paz e inspira la alabanza y la adoración agradecida al Salvador. 61 “Cuando los rayos de la justicia de Cristo brillen en el creyente, el gozo, la adoración y la gloria se entretejerán con su experiencia”. 62

La adoración verdadera fructifica en buenas obras, porque “el verdadero culto consiste en trabajar junto con Cristo”. 63 La alabanza sincera es un deber como lo es la oración 64, y el creyente ha de “alabar a Dios mediante un servicio tangible... 65 ”. En consideración de la salvación recibida por Cristo surge el anhelo de servicio, la respuesta de amor y de adoración agradecida. 66

Elena G. de White habla de adoración en términos de obediencia a Dios y a su ley. Esa es la exhortación del mensaje del primer ángel de Apocalipsis 14. “Sin obediencia a sus mandamientos, ninguna adoración puede agradar a Dios”. 67 Quienes responden al triple mensaje divino guardan los mandamientos de Dios, incluyendo el cuarto que señala a Dios como Creador. 68 Dios apartó y santificó un día y se lo otorgó al hombre para su descanso y culto. 69 Apocalipsis 14 contrapone a quienes rinden una adoración obediente con quienes siguen pautas humanas. 70 “En vista de que los que guardan los mandamientos de Dios están puestos así en contraste con los que adoran la bestia y su imagen y reciben su marca, se deduce que la observancia de la ley de Dios, por una parte, y su violación, por la otra, establecen la distinción entre los que adoran a Dios y los que adoran a la bestia”. 71 En ese tiempo final “los que adoran a Dios se distinguirán especialmente por su respeto al cuarto mandamiento...”. 72

De la narrativa bíblica se extraen lecciones de obediencia y fidelidad. “Dios quiso enseñar al pueblo que debía acercarse a él con toda reverencia y veneración y exactamente como él indicaba. El Señor no puede aceptar una obediencia parcial. No bastaba que en el solemne tiempo del culto casi todo se hiciera como él había ordenado”. 73

La religiosidad no puede ser formal o ritual, sino un fruto de la obra del Espíritu. “Nos inspirará una obediencia voluntaria a todos sus requerimientos. Tal es el verdadero culto”. 74

En consecuencia la adoración es cristocéntrica, y se expresa en una respuesta creyente y comprometida. “Es preciso juntarnos en torno de la cruz. Cristo, y Cristo crucificado, debe ser el tema de nuestra meditación, conversación y más gozosa emoción”. 75


La iglesia: el ámbito comunitario

Para Elena G. de White la adoración de la comunidad eclesial es de vital importancia. Considera los momentos de culto verdadero como una profunda bendición, y como “ocasiones sagradas y preciosas”. 76

Por una parte, parece claro que deben existir regulaciones específicas respecto del culto. “Algunos piensan que es malo procurar observar orden en el culto de Dios. Pero he visto que tal cosa no es peligrosa. He visto que la confusión desagrada al Señor, y que debe haber orden en la oración y también en el canto”. 77 No hay aquí lugar para la negligencia o la apatía. “Debiera haber reglas respecto al tiempo, el lugar, y la manera de adorar. Nada de lo que es sagrado, nada de lo que pertenece al culto de Dios, debe ser tratado con descuido e indiferencia”. 78

Es evidente que se defienden las bondades de un culto digno y sereno evitando los extremos del formalismo y el fanatismo. En los comienzos de la iglesia se dieron advertencias sobre la necesidad de un solemne decoro en el culto, contra las exclamaciones ruidosas, las oraciones a gritos y toda excitación. 79 Elena G. de White lamentó ciertas reuniones celebradas en Indiana con ruido, confusión y alboroto. 80 “El Señor quiere que sus servicios se caractericen por el orden y la disciplina, y no por la agitación y la confusión”. 81 Las orientaciones en este sentido son específicas. “Cuando los creyentes proclaman la verdad como está ejemplificada en Jesús, manifiestan una calma santa y serena, y no una tormenta de confusión”. 82 Se anticipa también que antes de la terminación del tiempo de gracia se repetirá la experiencia de Indiana. “Se manifestará toda clase de cosas extrañas. Habrá vocerío acompañado de tambores, música y danza”. 83 Debe existir mucho cuidado en la evaluación de una experiencia tal. “El Espíritu Santo nunca se manifiesta en esa forma, mediante ese ruido desconcertante”. 84 El Espíritu Santo no se identifica con el desorden perturbador, pero Satanás trabaja en medio del estruendo y la confusión. 85 La indicación se orienta hacia la prudencia. “En esta etapa de nuestra historia debemos tener mucho cuidado de precavernos contra todo lo que sepa a fanatismo y desorden”. 86 Ciertas cualidades del culto parecen ineludibles. “La obra de Dios se ha caracterizado siempre por la serenidad y la dignidad”. 87

Se reconoce que “Dios condena la mera ejecución de ceremonias que carezcan del espíritu de culto...”. 88 Pero el culto puede ser auténtico y significativo. “Ningún término es demasiado enérgico para describir lo malo del culto formal, pero no hay palabras que puedan presentar debidamente la profunda bendición del culto verdadero”. 89

Al mismo tiempo que se elogia el orden y la disciplina, se insiste en manifestaciones cúlticas que sean espirituales y atractivas, donde los adoradores participen y expresen gratitud y compañerismo. “Nuestras reuniones deben hacerse intensamente interesantes. Deben estar impregnadas por la misma atmósfera del cielo. No haya discursos largos y áridos ni oraciones formales simplemente para ocupar el tiempo. Todos deben estar listos para hacer su parte con prontitud, y cuando han cumplido su deber la reunión debe clausurarse. Así el interés será mantenido hasta el final. Esto es ofrecer a Dios un culto aceptable. Su servicio debe ser hecho interesante y atrayente, y no dejarse que degenere en una forma árida. Debemos vivir por Cristo minuto tras minuto, hora tras hora y día tras día. Entonces Cristo morará en nosotros, y cuando nos reunamos, su amor estará en nuestro corazón, y al brotar como un manantial en el desierto, refrescará a todos y dará a los que están por perecer avidez por beber las aguas de vida”. 90 En un culto tal el sermón no es lo único importante. “Generalmente la predicación de nuestras reuniones del sábado debe ser corta. Debe darse a los que aman a Dios oportunidad de expresar su gratitud y adoración”. 91 El Señor Jesús ya había luchado contra la formalidad y en favor de un culto espiritual. “Cristo vio que algo debía hacerse... El culto espiritual estaba desapareciendo rápidamente. Ningún vínculo unía a los sacerdotes y gobernantes con su Dios. La obra de Cristo consistía en establecer un culto completamente diferente”. 92

Además de la lectura y la predicación de la Palabra, se destaca el valor de otros elementos litúrgicos como la oración, el canto y la alabanza. “Para el alma humilde y creyente, la casa de Dios en la tierra es la puerta del cielo. El canto de alabanza, la oración, las palabras pronunciadas por los representantes de Cristo, son los agentes designados por Dios para preparar un pueblo para la iglesia celestial, para aquel culto más sublime, en el que no podrá entrar nada que corrompa”. 93 Tanto el predicador como los adoradores participan activamente. “Gran parte de la adoración pública de Dios consiste en alabanza y oración, y cada seguidor de Cristo debiera participar en ella. También está el servicio de predicación, dirigido por aquellos que están encargados de instruir a la congregación en la Palabra de Dios”. 94 Como instrumentos de adoración participativa se equiparan el canto y la oración. “El canto, como parte del servicio religioso, es tanto un acto de culto como lo es la oración”. 95 Es importante que la congregación escuche con atención a las palabras predicadas, pero también que ofrezca una respuesta al mensaje recibido. 96

En este sentido el culto comunitario está orientado hacia Dios en adoración y hacia la iglesia en edificación, y debe moverse entre el orden y la vitalidad.


El futuro: la dimensión de la esperanza

Los escritos de Elena G. de White ofrecen también una dimensión escatológica a la adoración. Se anticipan para la iglesia tiempos caracterizados por la alabanza y la adoración. “En visiones de la noche pasó delante de mí un gran movimiento de reforma en el seno del pueblo de Dios. Muchos alababan a Dios. Los enfermos eran sanados y se efectuaban otros milagros. Se advertía un espíritu de adoración como lo hubo antes del gran día del Pentecostés”. 97 La experiencia de adoración tendrá además una proyección eterna. Entonces la humanidad, como la naturaleza “ofrecerá a Dios tributo de alabanza y adoración”. 98

La adoración constituye el verdadero eje del conflicto cósmico entre el bien y el mal originado en los cielos. 99

Ese conflicto escatológico probará la lealtad del pueblo de Dios hacia el único objeto de adoración. “El tiempo de angustia que espera al pueblo de Dios requerirá una fe inquebrantable. Sus hijos deberán dejar manifiesto que él es el único objeto de su adoración, y que por ninguna consideración, ni siquiera de la vida misma, pueden ser inducidos a hacer la menor concesión a un culto falso”. 100

Elena G. de White relaciona la controversia final entre la verdadera y la falsa adoración con la actitud de los hombres hacia la ley de Dios. Asegura que este tema dividirá a la humanidad en dos grupos diferentes. El triple mensaje del Apocalipsis 14 es una exhortación a la adoración al Creador mediante la obediencia a sus mandamientos. 101 “En vista de que los que guardan los mandamientos de Dios están puestos así en contraste con los que adoran la bestia y su imagen y reciben su marca, se deduce que la observancia de la ley de Dios, por una parte, y su violación, por la otra, establecen la distinción entre los que adoran a Dios y los que adoran a la bestia”. 102 La adoración hará la diferencia. “Al final de la lucha, toda la cristiandad quedará dividida en dos grandes categorías: la de los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús, y la de los que adoran la bestia y su imagen y reciben su marca”. 103

En particular la observancia del cuarto mandamiento será el asunto en cuestión que separará a los auténticos de los falsos adoradores. 104

La adoración es ciertamente central en el conflicto escatológico y se relaciona estrechamente con el destino eterno de los hombres.

Elena G de White dedica al tema de la adoración un espacio significativo. En su concepto la adoración se dirige a Dios como objeto divino. El Dios trascendente e inmanente es quien origina y orienta la adoración. La criatura humana es el sujeto que responde en forma activa e integral a la vocación divina. La redención obrada por Jesucristo genera y habilita la adoración de los creyentes, quienes responden al Salvador en fidelidad y compromiso. La adoración se manifiesta en la vivencia personal y corporativa en armonía con la dinámica y el orden de la iglesia. La adoración se proyecta finalmente hacia tiempos escatológicos en los cuales aparece como el centro que distinguirá a los auténticos de los falsos hijos de Dios.





Fuente: IASD Santa Clara, Cuba /
Elena G. de White y la adoración
Autor: Dr. Daniel Oscar Plenc es Director del Centro de Investigación White de Argentina, Coordinador del Servicio de Espíritu de Profecía de la Unión Austral y Profesor de teología de la Universidad Adventista del Plata.
Bibliografía consultada: 1. Consejos para los maestros (Mountain View, California: Pacific Press Publishing Association, 1966), 30. 2. El conflicto de los siglos (Mountain View, California: Pacific Press Publishing Association, 1977], 13, 611, 625; Patriarcas y profetas (Mountain View, California: Pacific Press Publishing Association, 1971), 346-347. 3. El conflicto de los siglos , 611. 4. Patriarcas y profetas, 313. 5. Hijos e hijas de Dios (Mountain View, California: Pacific Press Publishing Association, 1978), 60. Véase también La historia de la redención (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1981), 146; Patriarcas y profetas, 314. 6. Profetas y reyes (Mountain View, California: Pacific Press Publishing Association, 1957), 34. 7. Alza tus ojos (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1982), 36. 8. Palabras de vida del gran maestro (Mountain View, California: Pacific Press Publishing Association, 1971), 240. 9. Patriarcas y profetas, 267. 10. “A fin de conocerle” (Buenos Aires: Casa Editora Sudamericana, 1964), 265. 11. Patriarcas y profetas, 364. 12. Conflicto y valor (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1970), 234. 13. Joyas de los testimonios (Buenos Aires: Casa Editora Sudamericana, 1956), 2:202-203. 14. Mensajes para los jóvenes (Mountain View, California: Pacific Press Publishing Association, 1967), 263. 15. La historia de la redención, 72. 16. Patriarcas y profetas, 695. 17. El camino a Cristo (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1985), 103-105. 18. El conflicto de los siglos, 467-468. 19. Patriarcas y profetas, 348-349. 20. Ibíd., 313. 21. El conflicto de los siglos, 489. Véase también Patriarcas y profetas, 348-349. 22. Joyas de los testimonios (Buenos Aires: Casa Editora Sudamericana, 1970), 3:262; Testimonios para la iglesia (Miami, Florida: Asociación Publicadora Interamericana, 1996), 2: 521. 23. Alza tus ojos, 276. 24. El conflicto de los siglos, 489-490. 25. Ibíd., 490-491, 504-505; La historia de la redención, 401-402. 26. El deseado de todas las gentes (Mountain View, California: Pacific Press Publishing Association, 1971), 159. 27. Ibíd., 64. 28. Ibíd., 130. 29. Mensajes selectos (Mountain View, California: Pacific Press Publishing Association, 1967), 2:17, 19, 21, 23, 27, 29. 30. Joyas de los testimonios, 2:193-203; El camino a Cristo, 101-104. 31. C. Raymond Holmes, Sing a New Song!: Worship Renewal for Adventists Today (Berrien Springs, Michigan: Andrews University Press, 1984), 163-164. 32. Profetas y reyes, 34. 33. Joyas de los testimonios, 2:252. 34. Profetas y reyes, 35. 35. Alza tus ojos, 37; Mensajes selectos (Mountain View, California: Pacific Press Publishing Association, 1966), 1:291; Patriarcas y profetas, 15; Los hechos de los apóstoles (Mountain View, California: Pacific Press Publishing Association, 1966), 31-32; El hogar adventista (Mountain View, California: Pacific Press Publishing Association, 1967), 435. 36. El deseado de todas las gentes, 159-160. 37. Mensajes selectos, 2:17. 38. Mensajes para los jóvenes, 263. 39. Profetas y reyes, 33. 40. Patriarcas y profetas, 568. 41. Joyas de los testimonios, 2:378-379. 42. Palabras de vida del gran maestro, 100, 240, 273. 43. Alza tus ojos, 36. 44. El camino a Cristo, 103-104. 45. Conflicto y valor, 234. 46. Consejos sobre la salud (Coral Gables, Florida: Asociación Publicadora Interamericana, 1989), 568. 47. Palabras de vida del gran maestro, 240. 48. Testimonios para los ministros (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1977), 123. 49. “A fin de conocerle”, 265). 50. El deseado de todas las gentes, 616. 51. El ministerio de curación (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1975), 402; La educación (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1964), 186-187. 52. En los lugares celestiales (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1967), 16. 53. La maravillosa gracia de Dios (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1973), 58. 54. Exaltad a Jesús (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1988), 246. 55. El conflicto de los siglos, 709-710. 56. Mensajes para los jóvenes, 252. 57. Primeros escritos (Mountain View, California: Pacific Press Publishing Association, 1962), 126-127. 58. Mensajes para los jóvenes, 252. 59. Patriarcas y profetas, 366. 60. El deseado de todas las gentes, 406. 61. Recibiréis poder: persona, presencia y obra del Espíritu Santo (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1995), 71. 62. Ibíd., 334. 63. Servicio cristiano (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1973), 122. 64. Palabras de vida del gran maestro, 241. 65. Ibíd. 66. El ministerio de curación, 402. 67. El conflicto de los siglos, 489. 68. Ibíd., 490-491. 69. Joyas de los testimonios (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1975), 1: 499. 70. El conflicto de los siglos, 491, 495. 71. Ibíd., 499. 72. Ibíd., 499-500. 73. Patriarcas y profetas, 374-375. 74. El deseado de todas las gentes, 159-160. Véase además En los lugares celestiales, 374. 75. El camino a Cristo, 104. 76. Joyas de los testimonios, 2:250. 77. Joyas de los testimonios, 1:45. 78. Joyas de los testimonios, 2:193-194. 79. Primeros escritos, 304. 80. Mensajes selectos, 2:39. 81. Ibíd., 40. 82. Ibíd., 41. 83. Ibíd. 84. Ibíd. 85. Ibíd., 43. 86. Ibíd., 47. 87. Ibíd., 48. 88. Patriarcas y profetas, 367. 89. Obreros evangélicos (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1971), 370. 90. Joyas de los testimonios, 2:252. 91. Joyas de los testimonios, 3:27. 92. El deseado de todas las gentes, 130. 93. Joyas de los testimonios, 2:193. 94. Signs of the Times, June 24, 1886. 95. Patriarcas y profetas, 645. Véase además La educación, 164. 96. Signs of the Times, June 24, 1886. 97. Consejos sobre la salud, 582. 98. Conducción del niño (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1974), 538. 99. Patriarcas y profetas, 15; El conflicto de los siglos, 13; La maravillosa gracia de Dios, 161. 100. Profetas y reyes, 376. 101. El conflicto de los siglos, 489-491, 495. 102. Ibíd., 499. 103. Ibíd., 503. 104. Ibíd., 499-500, 502, 503, 611; Mensajes selectos (Mountain View, California: Pacific Press Publishing Association, 1986), 3:485-486; El evangelismo (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1975), 174.







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