domingo, 25 de diciembre de 2011

Navidad: Origen y destino de la humanidad. Por Ricardo Bentancur

“Dios no creó el universo, y el Big Bang fue la consecuencia inevitable de las leyes de la física”, señala el eminente físico británico Stephen Hawking en su nuevo libro The Grand Design (El gran diseño). Esta obra publicada a principios de septiembre de este año fue coescrita con el físico estadounidense Leonard Mlodinow.

En su libro, el científico británico afirma: “Dado que existe una ley como la de la gravedad, el universo pudo y se creó de la nada. La creación espontánea es la razón de que haya algo en lugar de nada, es la causa por la que existe el universo, de que existamos... No es necesario invocar a Dios como el que encendió la mecha y creó el universo”.

Hawking, de 68 años, profesor de matemáticas en la Universidad de Cambridge, la cátedra de Isaac Newton, solo puede hablar a través de un sintetizador de voz conectado a una computadora, porque tiene una distrofia neuromuscular que ha avanzado en los últimos años y lo ha dejado prácticamente paralizado desde su juventud. Su convicción atea acerca del origen es consecuente con su pesimismo acerca del destino de la humanidad. Recientemente, en declaraciones recogidas por Andrew Dermont, responsable del portal de Internet Big Think, el físico teórico afirmó que “ha llegado el momento de liberarnos de la Madre Tierra, porque el planeta se está calentando, la población crece a un ritmo exponencial y los recursos naturales vitales se agotan… Tenemos que empezar a pensar seriamente cómo nos liberaremos de los límites de este planeta agonizante”.

Para Hawking, si el hombre no logra “mudarse” a otro planeta habitable, lo cual ve improbable porque “hay algunos impedimentos biológicos”, la humanidad desaparecerá.

¿Estaremos limitados a este sentido trágico? ¿No hay otra explicación para la vida que la de la Física?


¿Qué dice la Biblia de la condición del hombre?

El desierto se había convertido en una pesadilla de serpientes. Los reptiles se arrastraban bajo las ollas, se enrollaban en las estacas de las tiendas, acechaban entre los juguetes de los niños, o se ocultaban en los rollos de la ropa de cama. Sus colmillos se hundían profundamente e inyectaban su veneno mortífero en la carne de sus víctimas. El desierto que una vez había sido el refugio de Israel, se convirtió en su cementerio. Centenares de niños, mujeres, hombres y ancianos yacían agonizantes. Entonces, el pueblo buscó a Moisés en búsqueda de consejo y ayuda. “Y Moisés oró por el pueblo”.

La respuesta de Dios no se hizo esperar: Debían hacer una serpiente y levantarla en alto; todos los que la miraran, vivirían. El relato de estos hechos se encuentra en el cuarto libro de la Biblia: “Y Moisés hizo una serpiente de bronce, y la puso sobre una asta; y cuando alguna serpiente mordía a alguno, miraba a la serpiente de bronce y vivía” (Números 21:7, 9).

¡Extraño símbolo de Cristo y la salvación! Así como sobre el poste fue levantada la imagen de las serpientes que inyectaban el veneno de la muerte, también Jesús, hecho “en semejanza de carne de pecado” (Romanos 8:3), había de ser levantado en la cruenta cruz del Calvario (Juan 3:14, 15). Cristo se hizo pecado, tomando sobre sí mismo los pecados de todo ser que haya vivido o vivirá en este planeta: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:21). Al mirar a Cristo, la humanidad sin esperanza puede hallar vida. En él encuentra su destino.

¿Por qué fue necesario el nacimiento de Cristo?


Navidad: Una apuesta a la esperanza

Con el nacimiento de Jesucristo, la encarnación del Hijo de Dios, comienza a concretarse el plan de Dios para rescatar al mundo perdido. Dice la Biblia: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3:16). En el plan divino, el Hijo fue “destinado desde antes de la fundación del mundo” para salvar al hombre y abrirle una puerta de esperanza a la humanidad (1 Pedro 1:19, 20).

Dice la Escritura que tan pronto como Adán y Eva pecaron, Dios les dio esperanza: Les prometió introducir una enemistad sobrenatural entre la serpiente y la mujer, entre su simiente y la de ella. En la misteriosa declaración de Génesis 3:15, la serpiente y su descendencia representa a Satanás y sus seguidores; la mujer y su simiente simboliza al pueblo de Dios y al Salvador del mundo. Esta declaración fue la primera afirmación de que la controversia entre el bien y el mal terminaría en la victoria del Hijo de Dios. Sin embargo, la lucha sería cruenta y dolorosa: “Esta [el Salvador] te herirá en la cabeza [a Satanás], y tú [Satanás] le herirás [al Salvador] en el calcañar” (Génesis 3:15). Nadie saldría incólume del conflicto.

Desde ese momento, la humanidad comenzó a esperar la venida del Prometido. Las profecías del Antiguo Testamento aseguraban que cuando llegara el Salvador prometido, el mundo tendría evidencias que confirmarían su identidad.

Predicciones acerca de un Salvador. Dios prometió que el Salvador —el Mesías, el Ungido— surgiría del linaje de Abrahán: “En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra” (Génesis 22:18). El profeta Isaías predijo que el Salvador vendría como un Hijo varón y que sería tanto humano como divino: “Porque un Niño nos es nacido, Hijo nos es dado y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz” (Isaías 9:6). Este Redentor ascendería al trono de David y establecería un reino eterno de paz (Isaías 9:7). Belén recibiría al Prometido (Miqueas 5:2).

Confirmando la profecía de Isaías 7:14, el Nuevo Testamento describe su nacimiento sobrenatural: “He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Emmanuel, que traducido es: Dios con nosotros” (S. Mateo 1:23).

Además, la Biblia profetiza que el Mesías sufriría el rechazo de la gente. Lo considerarían como “raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos. Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto… y no lo estimamos” (Isaías 53:2-4).

Uno de sus amigos lo traicionaría (Salmo 41:9) por treinta piezas de plata (Zacarías 11:12). Durante su juicio lo escupirían y lo azotarían (Isaías 50:6). Quienes lo ejecutasen echarían suertes por sus ropas (Salmo 22:18). Ninguno de sus huesos habría de ser quebrado (Salmo 34:20), pero su costado sería traspasado (Zacarías 12:10). No se resistiría, sino que “como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca” (Isaías 53:7).

El Salvador identificado. Únicamente Jesucristo ha cumplido estas profecías. Las Escrituras trazan su genealogía hasta Abrahán, llamándolo el Hijo de Abrahán (S. Mateo 1:1), y Pablo afirma que la promesa hecha al patriarca Abrahán y a su simiente se cumplió en Cristo (Gálatas. 3:16). Muchas veces Cristo fue llamado “Hijo de David”, o Mesías (S. Mateo 21:9).

Un decreto romano condujo a sus padres a Belén, lugar predicho para el nacimiento del Mesías (S. Lucas 2:4-7). Jesús identificó su misión con la profecía de Isaías 61:1, 2: “Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros” (S. Lucas 4:17-21).

Hacia el final de los tres años y medio del ministerio de Jesús, Judas Iscariote —un discípulo— lo traicionó (S. Juan 13:18; 18:2) por treinta piezas de plata (S. Mateo 26:14, 15). En vez de resistirse, Cristo reprendió a sus discípulos por tratar de defenderlo (S. Juan 18:4-11). A pesar de ser inocente de cualquier crimen, menos de 24 horas después de que fuera arrestado, había sido escupido, azotado, juzgado, condenado a muerte y crucificado (S. Mateo 26:67; S. Juan 19:1-16; S. Lucas 23:14, 15). Los soldados echaron suertes sobre su ropa (S. Juan 19:23, 24). Durante su crucifixión, ninguno de sus huesos fue quebrado (S. Juan 19:32, 33, 36); y después que murió, los soldados atravesaron su costado con una lanza (S. Juan 19:34, 37).

La Biblia revela que Dios envió a su Hijo al mundo “cuando vino el cumplimiento del tiempo” (Gálatas 4:4). Cuando Cristo comenzó su ministerio, proclamó: “El tiempo se ha cumplido” (S. Marcos 1:15). La primera Navidad fue el cumplimiento del programa profético de Dios en la historia.

Y así como se cumplió el plan profético de Dios en la primera venida de Cristo, se cumplirá también en la segunda venida. En Apocalipsis 22:12, leemos: “Ciertamente vengo en breve”. Jesús volverá pronto para inaugurar su reino de gloria.

En estos días de Navidad recordamos el nacimiento del Hijo de Dios. Reavivemos entonces la esperanza de toda la humanidad: El hombre fue creado por Dios para un destino eterno. ¿Lo cree usted?





Fuente: El Centinela / Diciembre 2010
Autor: Dr. Ricardo Bentancur, escritor, filosofo y teólogo uruguayo, actualmente editor asociado de EL CENTINELA. Doctor en Filosofía por la Universidad Nacional de Córdoba; licenciado en Filosofía por la Universidad Nacional de Buenos Aires; licenciado en Teología por la Universidad Adventista del Plata y la Pontificia Universidad Católica de Buenos Aires. Ex redactor de la Asociación Casa Editora Sudamericana, Bs. As., Argentina y actual redactor de Pacific Press Publishing Association, en Idaho, Estados Unidos. Autor de dos libros y de numerosos artículos sobre teología, filosofía de la religión y fenomenología, publicados en revistas de difusión y especializadas de Europa y de las tres Américas.





+ Leer más...

lunes, 19 de diciembre de 2011

Navidad. Por Elena G. de White.

Declaraciones de Elena G. de White en relación con la observancia de la Navidad y los regalos de la fiesta“Ya llega la Navidad”, es la nota que resuena por el mundo, del este al oeste y del norte al sur. Para los jóvenes, para los de edad madura, y aun para los ancianos, es una ocasión de regocijo general. Pero, ¿qué es la Navidad para que requiera tanta atención? [...] Se dice que el 25 de diciembre es el día en que nació Jesucristo, y la observancia de ese día se ha hecho costumbre popular. Sin embargo, no hay seguridad de que estemos celebrando el día preciso en que nació nuestro Salvador. La historia no nos da pruebas ciertas de ello. La Biblia no señala la fecha exacta. Si el Señor hubiese considerado tal conocimiento como esencial para nuestra salvación, habría hablado de ello por sus profetas y apóstoles, a fin de dejarnos enterados de todo el asunto... + en ARTÍCULOS / ojo adventista, haciendo clic aquí.


+ Leer más...

lunes, 5 de diciembre de 2011

Cómo temer a Dios sin tener miedo. Por Ervin K. Thomsen

"¡Temed a Dios, y dadle gloria!" 1
Cuando Dios nos creó, también incorporó en nuestro organismo un sistema de alarma para protegernos del peligro y el dolor. Uno de los sensores primarios de este sistema es la emoción de miedo, que funciona como una luz de advertencia similar a las luces del tablero de un automóvil. Lamentablemente, un enemigo ha dañado este sistema de alarma interno, por lo cual muchas personas son incapaces de distinguir los “buenos temores” (miedos sanos) de los “malos temores” (miedos malsanos). Cuando nuestro sistema de alarma suena constantemente, perdemos la habilidad de filtrar las falsas alarmas. Satanás saca provecho de este funcionamiento defectuoso, procurando mantenernos aprisionados por medio de distorsiones de nuestro sentido de la realidad y haciéndonos sufrir temores falsos: ansiedad, nerviosismo, aprehensión, preocupación, desánimo, susto, pavor, pánico o terror. No es de sorprenderse que en más de 300 lugares la Biblia nos dice: “No temas”. Pero, ¿cómo debemos entender los mandatos bíblicos de “temer a Dios” y a la vez “no temer”? Repasemos lo que nos dice el Señor en su Palabra para resolver esta paradoja.

El “temor de Dios” es un temor saludable

Considera los siguientes pasajes de las Escrituras:

“‘Y haré con ellos pacto eterno, que no me volveré atrás de hacerles bien, y pondré mi temor en el corazón de ellos, para que no se aparten de mí. Y me alegraré con ellos haciéndoles bien, y los plantaré en esta tierra en verdad, de todo mi corazón y de toda mi alma’” (Jeremías 32:40, 41).
“¡Quién diera que tuviesen tal corazón, que me temiesen y guardasen todos los días todos mis mandamientos, para que a ellos y a sus hijos les fuese bien para siempre!” (Deuteronomio 5:29).
“Busqué a Jehová, y él me oyó, y me libró de todos mis temores.... Temed a Jehová, vosotros sus santos, pues nada falta a los que le temen....Venid, hijos, oídme; el temor de Jehová os enseñaré” (Salmo 34:4, 9,11).
En el monte Sinaí, Dios habló mediante Moisés al pueblo: “‘No temáis; porque para probaros vino Dios, y para que su temor esté delante de vosotros, para que no pequéis’” (Éxodo 20:20).

Reflexiona también sobre estos textos:

“Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios” (2 Corintios 7:1).
“¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!” (Hebreos 10:31).
“Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres” (2 Corintios 5:11).


Viviendo con una paradoja

¿Es posible vivir en una paradoja en la cual dos afirmaciones que aparentemente se excluyen son ambas verdad? Mike Yaconelli, fundador del programa cristiano Youth Specialties, se refirió de la siguiente manera a esta paradoja, a las dos caras del temor:

“La tragedia de la fe moderna es que ya no somos capaces de sentir terror. No tememos a Dios, ni a Jesús, ni al Espíritu Santo. Como resultado, nos hemos quedado con un evangelio centrado en necesidades personales que atrae a miles de personas... pero que no transforma a nadie.... Creo que la iglesia debe convertirse nuevamente en un lugar en el que experimentamos terror; un lugar donde Dios continuamente tenga que decirnos ‘No temas’; un lugar donde nuestra relación con Dios no sea una simple creencia, doctrina o teología, sino que sea la presencia ardiente de Dios en nuestras vidas. Sugiero que el Dios domesticado y ‘relevante’ vuelva a ser el Dios cuya sola presencia hace pedazos nuestro ego, incinera nuestro pecado hasta convertirlo en cenizas y nos despoja dejándonos desnudos, para revelar la persona real que somos en nuestro interior.... La iglesia necesita convertirse en un lugar gloriosamente peligroso donde nada está seguro en la presencia de Dios, excepto nosotros. Nada, incluyendo nuestros planes, nuestra agenda, nuestras prioridades, nuestra política, nuestro dinero, nuestra seguridad, nuestra comodidad, nuestras posesiones, nuestras necesidades.... Nuestro mundo anhela observar a gente cuyo Dios es grande y santo; aterrador y tierno como el nuestro; un Dios cuyo amor nos lleva atemorizados a sus brazos fuertes y poderosos, donde él pueda susurrarnos las estremecedoras palabras: ‘Te amo’”. 2

El temor a Dios es una parte integral de la gracia de Dios. John Newton, autor del himno Amazing Grace captó esta realidad cuando escribió: “Fue la gracia la que le enseñó a mi corazón a temer, y también la gracia la que alivió mi temor”.

El “temor a Dios” nos protege de temores enfermizos

Es natural que disminuyamos la velocidad de nuestro vehículo cuando observamos un terrible accidente en la carretera. Pero no era el plan del Creador que viviéramos en un estado de perpetua preocupación y miedo, como nuestra principal protección contra el peligro. A través de su gracia, Dios quiere reparar nuestra alarma interna para que, en las palabras de Oswald Chambers, sepamos que cuando “temes a Dios, no le temes a nada más; mientras que si no temes a Dios, le temes a todo lo demás”. 3

El vivir bajo el manto de la gracia de Dios nos permite distinguir las falsas alarmas. Una de esas falsas alarmas es el temor a los eventos de los últimos días de la historia humana, el tiempo de tribulación (Marcos 13:19; Lucas 21:25). Si hasta este momento has creído, tal vez involuntariamente, que el temor al inminente tiempo de tribulación es una de tus principales armas de defensa contra los engaños de los últimos días, entonces Satanás realmente te ha engañado. Si le tememos a todo menos a Dios, estamos equivocados. Dios es el único en el universo digno de ser temido.

Los temores enfermizos nos encadenan, nos oprimen y nos impiden avanzar, crecer y convertirnos en la persona que Dios desea que seamos. ¡Cuánto perdemos por causa de nuestros temores innecesarios! Sin duda, las personas desconfiadas y temerosas son más propensas a los engaños que las personas que confían, porque están aprisionadas por sus propios temores.


Satanás emplea los miedos enfermizos

El enemigo está continuamente buscando oportunidades para sacar ventaja de los miedos que podamos experimentar. Mediante cada temor procura que desviemos la mirada de nuestro Padre Celestial, sugiriendo que Dios no es lo suficientemente bueno, poderoso o capaz de resolver nuestras dificultades específicas. Acto seguido sugerirá que le busquemos solución a nuestros problemas por nuestra cuenta porque, después de todo, no podemos confiar en Dios ya que no está atento a nuestras dificultades.

Cuando no tememos a Dios, tendremos temor de todo lo demás. Cuando cedemos ante tales temores:

• Declaramos que Dios no es más grande que nuestras dificultades.
• Rechazamos el hecho de que Dios es más poderoso que Satanás.
• Abandonamos nuestra convicción de que Jesús está siempre con nosotros.
• Alegramos a Satanás por nuestra falta de confianza en Dios.
• Deshonramos a Dios con nuestra carencia de fe.
• Abandonamos la certeza de que Jesús es capaz de satisfacer nuestras más profundas necesidades.
• Vemos al mundo con ojos meramente humanos.
• Abrimos la puerta a falsos dioses que nosotros mismos fabricamos.

John Ortberg describe el temor malsano de esta manera: “Este temor nos susurra que Dios no es lo suficientemente grande como para cuidar de nosotros. Nos dice que no estamos verdaderamente seguros en sus manos. Nos hace distorsionar la manera en que pensamos acerca de él.... El miedo ha creado más herejes de lo que jamás haya suscitado la mala teología, puesto que nos hace vivir como si sirviéramos a un Dios limitado, finito, cuasi-ausente y semi-competente”. 4

Cuando creemos que nuestros miedos son demasiado grandes para que Dios los atienda, sentamos las bases de la idolatría, lo que nos lleva a crear dioses falsos que esperamos resuelvan nuestros problemas en vez de volvernos a Dios. Por otra parte, el sano temor a Dios como respuesta a su evangelio eterno es uno de las mejores defensas contra los engaños que el enemigo presentará en los últimos días.

El temer a Dios nos permite tener una relación de corazón a corazón; una íntima y cercana comunión con nuestro Creador. Al alabarlo y adorarlo, descubriremos que quiere aliviarnos de todas nuestras cargas, calmar todos nuestros temores, y darnos paz y reposo verdaderos. “Mas yo, por la abundancia de tu misericordia, entraré en tu casa; adoraré hacia tu santo templo con temor” (Salmo 5:7).

Entonces, la próxima vez que sientas miedo, recuerda lo que dijo el salmista: “En el día en que temo, yo en ti confío.... En Dios he confiado; no temeré. ¿Qué puede hacerme el hombre?” (Salmo 56:3, 11).






Fuente: Dialogo Universitario
Autor: Ervin K. Thomsen, pastor, escritor y conferenciante por casi 40 años. Michigan, Arizona y California han sido las iglesias que ha liderado. Educado en Dinamarca, Inglaterra, y Estados Unidos, obtuvo su D.Min en la Universidad de Andrews puede encontrarse sus artículos en Ministry, Insight y Adventist Review. Actualmente lidera el programa Healing Stream Ministries

Referencias: 1. Apocalipsis 14:7. Las citas bíblicas provienen de la versión Reina Valera revisada en 1960. 2. Mike Yaconelli, http://www.youthspecialties.com/articles/Yaconelli/fear.php 3. Oswald Chambers, Run This Race: The Complete Works of Oswald Chambers (Grand Rapids, Michigan: Discovery House Publishers, 2000). Lectura devocional para el 23 de agosto. 4. John Ortberg, If You Want to Walk on Water, You’ve Got to Get Out of the Boat (Grand Rapids, Michigan: Zondervan Publ. House, 2001), p. 43.

- 07042009







+ Leer más...

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Las 95 Tesis. Por Martín Lutero

Disputación acerca de la determinación del valor de las indulgencias.

Por amor a la verdad y en el afán de sacarla a luz, se discutirán en Wittenberg las siguientes proposiciones bajo la presidEnlaceencia del R. P. Martín Lutero, Maestro en Artes y en Sagrada Escritura y Profesor Ordinario de esta última disciplina en esa localidad. Por tal razón, ruega que los que no puedan estar presentes y debatir oralmente con nosotros, lo hagan, aunque ausentes, por escrito. En el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Amén.

1. Cuando nuestro Señor y Maestro Jesucristo dijo: "Haced penitencia...", ha querido que toda la vida de los creyentes fuera penitencia.

2. Este término no puede entenderse en el sentido de la penitencia sacramental (es decir, de aquella relacionada con la confesión y satisfacción) que se celebra por el ministerio de los sacerdotes.

3. Sin embargo, el vocablo no apunta solamente a una penitencia interior; antes bien, una penitencia interna es nula si no obra exteriormente diversas mortificaciones de la carne.

4. En consecuencia, subsiste la pena mientras perdura el odio al propio yo (es decir, la verdadera penitencia interior), lo que significa que ella continúa hasta la entrada en el reino de los cielos.

5. El Papa no quiere ni puede remitir culpa alguna, salvo aquella que él ha impuesto, sea por su arbitrio, sea por conformidad a los cánones.

6. El Papa no puede remitir culpa alguna, sino declarando y testimoniando que ha sido remitida por Dios, o remitiéndola con certeza en los casos que se ha reservado. Si éstos fuesen menospreciados, la culpa subsistirá íntegramente.

7. De ningún modo Dios remite la culpa a nadie, sin que al mismo tiempo lo humille y lo someta en todas las cosas al sacerdote, su vicario.

8. Los cánones penitenciales han sido impuestos únicamente a los vivientes y nada debe ser impuesto a los moribundos basándose en los cánones.

9. Por ello, el Espíritu Santo nos beneficia en la persona del Papa, quien en sus decretos siempre hace una excepción en caso de muerte y de necesidad.

10. Mal y torpemente proceden los sacerdotes que reservan a los moribundos penas canónicas en el purgatorio.

11. Esta cizaña, cual la de transformar la pena canónica en pena para el purgatorio, parece por cierto haber sido sembrada mientras los obispos dormían.

12. Antiguamente las penas canónicas no se imponían después sino antes de la absolución, como prueba de la verdadera contrición.

13. Los moribundos son absueltos de todas sus culpas a causa de la muerte y ya son muertos para las leyes canónicas, quedando de derecho exentos de ellas.

14. Una pureza o caridad imperfectas traen consigo para el moribundo, necesariamente, gran miedo; el cual es tanto mayor cuanto menor sean aquéllas.

15. Este temor y horror son suficientes por sí solos (por no hablar de otras cosas) para constituir la pena del purgatorio, puesto que están muy cerca del horror de la desesperación.

16. Al parecer, el infierno, el purgatorio y el cielo difieren entre sí como la desesperación, la cuasi desesperación y al seguridad de la salvación.

17. Parece necesario para las almas del purgatorio que a medida que disminuya el horror, aumente la caridad.

18. Y no parece probado, sea por la razón o por las Escrituras, que estas almas estén excluidas del estado de mérito o del crecimiento en la caridad.

19. Y tampoco parece probado que las almas en el purgatorio, al menos en su totalidad, tengan plena certeza de su bienaventuranza ni aún en el caso de que nosotros podamos estar completamente seguros de ello.

20. Por tanto, cuando el Papa habla de remisión plenaria de todas las penas, significa simplemente el perdón de todas ellas, sino solamente el de aquellas que él mismo impuso.

21. En consecuencia, yerran aquellos predicadores de indulgencias que afirman que el hombre es absuelto a la vez que salvo de toda pena, a causa de las indulgencias del Papa.

22. De modo que el Papa no remite pena alguna a las almas del purgatorio que, según los cánones, ellas debían haber pagado en esta vida.

23. Si a alguien se le puede conceder en todo sentido una remisión de todas las penas, es seguro que ello solamente puede otorgarse a los más perfectos, es decir, muy pocos.

24. Por esta razón, la mayor parte de la gente es necesariamente engañada por esa indiscriminada y jactanciosa promesa de la liberación de las penas.

25. El poder que el Papa tiene universalmente sobre el purgatorio, cualquier obispo o cura lo posee en particular sobre su diócesis o parroquia.

26. Muy bien procede el Papa al dar la remisión a las almas del purgatorio, no en virtud del poder de las llaves (que no posee), sino por vía de la intercesión.

27. Mera doctrina humana predican aquellos que aseveran que tan pronto suena la moneda que se echa en la caja, el alma sale volando.

28. Cierto es que, cuando al tintinear, la moneda cae en la caja, el lucro y la avaricia pueden ir en aumento, más la intercesión de la Iglesia depende sólo de la voluntad de Dios.

29. ¿Quién sabe, acaso, si todas las almas del purgatorio desean ser redimidas? Hay que recordar lo que, según la leyenda, aconteció con San Severino y San Pascual.

30. Nadie está seguro de la sinceridad de su propia contrición y mucho menos de que haya obtenido la remisión plenaria.

31. Cuán raro es el hombre verdaderamente penitente, tan raro como el que en verdad adquiere indulgencias; es decir, que el tal es rarísimo.

32. Serán eternamente condenados junto con sus maestros, aquellos que crean estar seguros de su salvación mediante una carta de indulgencias.

33. Hemos de cuidarnos mucho de aquellos que afirman que las indulgencias del Papa son el inestimable don divino por el cual el hombre es reconciliado con Dios.

34. Pues aquellas gracias de perdón sólo se refieren a las penas de la satisfacción sacramental, las cuales han sido establecidas por los hombres.

35. Predican una doctrina anticristiana aquellos que enseñan que no es necesaria la contrición para los que rescatan almas o confessionalia.

36. Cualquier cristiano verdaderamente arrepentido tiene derecho a la remisión plenaria de pena y culpa, aun sin carta de indulgencias.

37. Cualquier cristiano verdadero, sea que esté vivo o muerto, tiene participación en todos lo bienes de Cristo y de la Iglesia; esta participación le ha sido concedida por Dios, aun sin cartas de indulgencias.

38. No obstante, la remisión y la participación otorgadas por el Papa no han de menospreciarse en manera alguna, porque, como ya he dicho, constituyen un anuncio de la remisión divina.

39. Es dificilísimo hasta para los teólogos más brillantes, ensalzar al mismo tiempo, ante el pueblo. La prodigalidad de las indulgencias y la verdad de la contrición.

40. La verdadera contrición busca y ama las penas, pero la profusión de las indulgencias relaja y hace que las penas sean odiadas; por lo menos, da ocasión para ello.

41. Las indulgencias apostólicas deben predicarse con cautela para que el pueblo no crea equivocadamente que deban ser preferidas a las demás buenas obras de caridad.

42. Debe enseñarse a los cristianos que no es la intención del Papa, en manera alguna, que la compra de indulgencias se compare con las obras de misericordia.

43. Hay que instruir a los cristianos que aquel que socorre al pobre o ayuda al indigente, realiza una obra mayor que si comprase indulgencias.

44. Porque la caridad crece por la obra de caridad y el hombre llega a ser mejor; en cambio, no lo es por las indulgencias, sino a lo mas, liberado de la pena.

45. Debe enseñarse a los cristianos que el que ve a un indigente y, sin prestarle atención, da su dinero para comprar indulgencias, lo que obtiene en verdad no son las indulgencias papales, sino la indignación de Dios.

46. Debe enseñarse a los cristianos que, si no son colmados de bienes superfluos, están obligados a retener lo necesario para su casa y de ningún modo derrocharlo en indulgencias.

47. Debe enseñarse a los cristianos que la compra de indulgencias queda librada a la propia voluntad y no constituye obligación.

48. Se debe enseñar a los cristianos que, al otorgar indulgencias, el Papa tanto más necesita cuanto desea una oración ferviente por su persona, antes que dinero en efectivo.

49. Hay que enseñar a los cristianos que las indulgencias papales son útiles si en ellas no ponen su confianza, pero muy nocivas si, a causa de ellas, pierden el temor de Dios.

50. Debe enseñarse a los cristianos que si el Papa conociera las exacciones de los predicadores de indulgencias, preferiría que la basílica de San Pedro se redujese a cenizas antes que construirla con la piel, la carne y los huesos de sus ovejas.

51. Debe enseñarse a los cristianos que el Papa estaría dispuesto, como es su deber, a dar de su peculio a muchísimos de aquellos a los cuales los pregoneros de indulgencias sonsacaron el dinero aun cuando para ello tuviera que vender la basílica de San Pedro, si fuera menester.

52. Vana es la confianza en la salvación por medio de una carta de indulgencias, aunque el comisario y hasta el mismo Papa pusieran su misma alma como prenda.

53. Son enemigos de Cristo y del Papa los que, para predicar indulgencias, ordenan suspender por completo la predicación de la palabra de Dios en otras iglesias.

54. Oféndese a la palabra de Dios, cuando en un mismo sermón se dedica tanto o más tiempo a las indulgencias que a ella.

55. Ha de ser la intención del Papa que si las indulgencias (que muy poco significan) se celebran con una campana, una procesión y una ceremonia, el evangelio (que es lo más importante)deba predicarse con cien campanas, cien procesiones y cien ceremonias.

56. Los tesoros de la iglesia, de donde el Papa distribuye las indulgencias, no son ni suficientemente mencionados ni conocidos entre el pueblo de Dios.

57. Que en todo caso no son temporales resulta evidente por el hecho de que muchos de los pregoneros no los derrochan, sino más bien los atesoran.

58. Tampoco son los méritos de Cristo y de los santos, porque éstos siempre obran, sin la intervención del Papa, la gracia del hombre interior y la cruz, la muerte y el infierno del hombre exterior.

59. San Lorenzo dijo que los tesoros de la iglesia eran los pobres, mas hablaba usando el término en el sentido de su época.

60. No hablamos exageradamente si afirmamos que las llaves de la iglesia (donadas por el mérito de Cristo) constituyen ese tesoro.

61. Esta claro, pues, que para la remisión de las penas y de los casos reservados, basta con la sola potestad del Papa.

62. El verdadero tesoro de la iglesia es el sacrosanto evangelio de la gloria y de la gracia de Dios.

63. Empero este tesoro es, con razón, muy odiado, puesto que hace que los primeros sean postreros.

64. En cambio, el tesoro de las indulgencias, con razón, es sumamente grato, porque hace que los postreros sean primeros.

65. Por ello, los tesoros del evangelio son redes con las cuales en otros tiempos se pescaban a hombres poseedores de bienes.

66. Los tesoros de las indulgencias son redes con las cuales ahora se pescan las riquezas de los hombres.

67. Respecto a las indulgencias que los predicadores pregonan con gracias máximas, se entiende que efectivamente lo son en cuanto proporcionan ganancias.

68. No obstante, son las gracias más pequeñas en comparación con la gracia de Dios y la piedad de la cruz.

69. Los obispos y curas están obligados a admitir con toda reverencia a los comisarios de las indulgencias apostólicas.

70. Pero tienen el deber aún más de vigilar con todos sus ojos y escuchar con todos sus oídos, para que esos hombres no prediquen sus propios ensueños en lugar de lo que el Papa les ha encomendado.

71. Quién habla contra la verdad de las indulgencias apostólicas, sea anatema y maldito.

72. Mas quien se preocupa por los excesos y demasías verbales de los predicadores de indulgencias, sea bendito.

73. Así como el Papa justamente fulmina excomunión contra los que maquinan algo, con cualquier artimaña de venta en perjuicio de las indulgencias.

74. Tanto más trata de condenar a los que bajo el pretexto de las indulgencias, intrigan en perjuicio de la caridad y la verdad.

75. Es un disparate pensar que las indulgencias del Papa sean tan eficaces como para que puedan absolver, para hablar de algo imposible, a un hombre que haya violado a la madre de Dios.

76. Decimos por el contrario, que las indulgencias papales no pueden borrar el más leve de los pecados veniales, en concierne a la culpa.

77. Afirmar que si San Pedro fuese Papa hoy, no podría conceder mayores gracias, constituye una blasfemia contra San Pedro y el Papa.

78. Sostenemos, por el contrario, que el actual Papa, como cualquier otro, dispone de mayores gracias, saber: el evangelio, las virtudes espirituales, los dones de sanidad, etc., como se dice en 1ª de Corintios 12.

79. Es blasfemia aseverar que la cruz con las armas papales llamativamente erecta, equivale a la cruz de Cristo.

80. Tendrán que rendir cuenta los obispos, curas y teólogos, al permitir que charlas tales se propongan al pueblo.

81. Esta arbitraria predicación de indulgencias hace que ni siquiera, aun para personas cultas, resulte fácil salvar el respeto que se debe al Papa, frente a las calumnias o preguntas indudablemente sutiles de los laicos.

82. Por ejemplo: ¿Por qué el Papa no vacía el purgatorio a causa de la santísima caridad y la muy apremiante necesidad de las almas, lo cual sería la más justa de todas las razones si él redime un número infinito de almas a causa del muy miserable dinero para la construcción de la basílica, lo cual es un motivo completamente insignificante?

83. Del mismo modo: ¿Por qué subsisten las misas y aniversarios por los difuntos y por qué el Papa no devuelve o permite retirar las fundaciones instituidas en beneficio de ellos, puesto que ya no es justo orar por los redimidos?

84. Del mismo modo: ¿Qué es esta nueva piedad de Dios y del Papa, según la cual conceden al impío y enemigo de Dios, por medio del dinero, redimir un alma pía y amiga de Dios, y por que no la redimen más bien, a causa de la necesidad, por gratuita caridad hacia esa misma alma pía y amada?

85. Del mismo modo: ¿Por qué los cánones penitenciales que de hecho y por el desuso desde hace tiempo están abrogados y muertos como tales, se satisfacen no obstante hasta hoy por la concesión de indulgencias, como si estuviesen en plena vigencia?

86. Del mismo modo: ¿Por qué el Papa, cuya fortuna es hoy más abundante que la de los más opulentos ricos, no construye tan sólo una basílica de San Pedro de su propio dinero, en lugar de hacerlo con el de los pobres creyentes?

87. Del mismo modo: ¿Qué es lo que remite el Papa y qué participación concede a los que por una perfecta contrición tienen ya derecho a una remisión y participación plenarias?

88. Del mismo modo: ¿Que bien mayor podría hacerse a la iglesia si el Papa, como lo hace ahora una vez, concediese estas remisiones y participaciones cien veces por día a cualquiera de los creyentes?

89. Dado que el Papa, por medio de sus indulgencias, busca más la salvación de las almas que el dinero, ¿por qué suspende las cartas e indulgencias ya anteriormente concedidas, si son igualmente eficaces?

90. Reprimir estos sagaces argumentos de los laicos sólo por la fuerza, sin desvirtuarlos con razones, significa exponer a la Iglesia y al Papa a la burla de sus enemigos y contribuir a la desdicha de los cristianos.

91. Por tanto, si las indulgencias se predicasen según el espíritu y la intención del Papa, todas esas objeciones se resolverían con facilidad o más bien no existirían.

92. Que se vayan, pues todos aquellos profetas que dicen al pueblo de Cristo: "Paz, paz"; y no hay paz.

93. Que prosperen todos aquellos profetas que dicen al pueblo: "Cruz, cruz" y no hay cruz.

94. Es menester exhortar a los cristianos que se esfuercen por seguir a Cristo, su cabeza, a través de penas, muertes e infierno.

95. Y a confiar en que entrarán al cielo a través de muchas tribulaciones, antes que por la ilusoria seguridad de paz.

Wittenberg, 31 de octubre de 1517.



• Las 95 Tesis

Disputación acerca de la determinación del valor de las indulgencias o el Cuestionamiento al Poder y Eficacia de las Indulgencias (publicado en latín como Disputatio pro declaratione virtutis indulgentiarum), más conocido como Las 95 tesis, desafió las enseñanzas de la Iglesia de Roma con respecto a la naturaleza de la penitencia, la autoridad del Papa y la utilidad de las indulgencias. Esta publicación —clavada por Lutero, de acuerdo a la tradición, en las puertas de la Iglesia del Palacio de Wittenberg el 31 de octubre de 1517— comenzaría un debate teológico que desembocaría en la Reforma y el nacimiento de varias tradiciones dentro del cristianismo, tales como el Luteranismo, el Presbiterianismo y el Anabaptismo.

• Propósito de las Tesis

La Iglesia del Palacio de Wittenberg era el lugar donde se guardaba una de las colecciones individuales de reliquias más grandes de Europa, acumuladas por Federico III de Sajonia, príncipe elector de Sajonia. Las reliquias eran aquellos objetos que muchos cristianos medievales consideraban "santos" por haber pertenecido o estado en contacto con un Santo cristiano (incluso partes del propio cuerpo fallecido). De acuerdo a estas creencias (que posteriormente serían refrendadas por la Iglesia Católica Romana en el Concilio de Trento), su contemplación otorgaba méritos al espectador, de modo que podía recibir la absolución del castigo por sus pecados en el purgatorio. Hacia 1509, el príncipe elector llegó a poseer alrededor de 5.005 piezas, incluyendo varios frascos con la leche de la Virgen María, paja del pesebre donde nació Jesús, y el cadáver entero de uno de los inocentes masacrados por orden de Herodes el Grande. Estas reliquias eran mantenidas en relicarios (recipientes artísticos labrados sobre todo en plata dorada) y exhibidos una vez al año para que los fieles las venerasen. En 1509, cada devoto visitante que hizo alguna donación para el mantenimiento de la Iglesia del Palacio recibió una indulgencia de cien días por cada reliquia. Antes de 1520, la colección de reliquias del Elector había aumentado hasta las 19.013 piezas, lo que permitía a los devotos peregrinos que donaran a la Iglesia del Palacio recibir una indulgencia que reduciría su tiempo en el purgatorio por 1,9 millones de días.

Las acciones de Lutero, sin embargo, no iban inicialmente contra la colección de su soberano, sino en respuesta a la venta de indulgencias por parte de Johann Tetzel, un sacerdote de la Orden de los Hermanos Predicadores (Dominico), comisionado por el Arzobispo de Maguncia y por el Papa León X. El propósito de Tetzel era desarrollar una campaña de recolección de fondos para financiar la renovación de la Basílica de San Pedro en Roma, y aunque el príncipe de Lutero, Federico III de Sajonia, y el príncipe del territorio vecino, Jorge el Barbudo, duque de Sajonia, prohibieron la venta en sus dominios, feligreses de Lutero viajaron para comprarlas. Cuando estos creyentes venían luego a confesión, presentaban las indulgencias plenarias que habían adquirido, demandando que ya no necesitaban arrepentirse de sus pecados, puesto que el documento prometía perdón para todos ellos y más

• ¿Clavadas o enviadas?

La historia dice que Lutero clavó sus 95 tesis (escritas en alemán para que todos incluso el menos culto las pudiera leer) en las puertas de la Iglesia del Palacio de Wittenberg el 31 de octubre de 1517, pero algunos eruditos han cuestionado la exactitud de este relato, observando que no existe ninguna evidencia contemporánea de tal hecho, otros han respondido a esta carencia señalando que la evidencia no se conserva porque en Wittenberg, la acción de clavar escritos en esa puerta era la manera acostumbrada de anunciar un acontecimiento en el campus universitario de aquella época. Las puertas de las iglesias funcionaban en aquella época tal como los modernos tablones de anuncios. Por su parte, otros autores sugieren que la fijación puede haber ocurrido más bien durante noviembre de 1517. La mayoría conviene, por lo menos, en que Lutero remitió sus tesis al Arzobispo de Maguncia, al Papa, a algunos amigos y a otras universidades en esa fecha. Con todo, las tesis fueron impresas muy pronto, y antes de 1518 habían sido extensamente leídas por toda Europa.

• Reacción a las 95 Tesis

Lutero redactó sus 95 tesis como soporte para un debate teórico, una "disputa" teológica, práctica corriente en la época. Concebidas para ser difundidas en un círculo restringido de teólogos, su éxito habría sorprendido al propio Lutero. Tras ser impresas en gran cantidad y ampliamente difundidas, las tesis tuvieron gran resonancia, pero las autoridades religiosas vacilaron, sin embargo, en condenar a Lutero. Este último continuará discutiendo con teólogos partidarios de las doctrinas de Roma, por ejemplo, con Johann Eck en la famosa disputa de Leipzig de 1519.

Las 95 tesis son finalmente condenadas definitivamente el 15 de junio de 1520 por la bula Exsurge Domine del papa León X. Lutero, entonces abiertamente en conflicto con la Iglesia de Roma, será excomulgado a principios del año siguiente.

El Papa León X exigió que Lutero se retractara por lo menos de 41 de sus tesis, pero el monje alemán, ya famoso en toda Europa, rechazó esta exigencia públicamente en la Dieta de Worms de 1521. Así, simbólicamente, daba inicio a la Reforma.





Fuente: Wikipedia.com
Autor: Martín Lutero (1483-1546), nacido en Eisleben, Alemania como Martin Luder, después cambiado a Martin Luther, como es conocido en alemán, fue un teólogo, fraile católico agustino y reformador religioso alemán, en cuyas enseñanzas se inspiró la Reforma Protestante. Inauguró la doctrina teológica y cultural denominada luteranismo e influyó en las demás tradiciones protestantes. Su exhortación para que la Iglesia regresara a las enseñanzas de la Biblia, impulsó la transformación del cristianismo y provocó la Contrarreforma, como se conoce a la reacción de la Iglesia Católica Romana frente a la Reforma protestante. Sus contribuciones a la civilización occidental fueron más allá del ámbito religioso, ya que sus traducciones de la Biblia ayudaron a desarrollar una versión estándar de la lengua alemana y se convirtieron en un modelo en el arte de la traducción. Su matrimonio con Catalina de Bora el 13 de junio de 1525 inició un movimiento de apoyo al matrimonio sacerdotal dentro de muchas corrientes cristianas.

Nota: Ojo Adventista ha publicado originalmente el texto principal el 3 de setiembre de 2007. Al que le hemos agregado información complementaria que creemos importante.






+ Leer más...

jueves, 6 de octubre de 2011

¿Es la vida una cuestión química? Por Clifford Goldstein

Un árbol sin hojas, un camino y dos hombres desposeídos que luchan por sobrevivir. Es de noche y todo está envuelto en un lúgubre sudario que permite una leve penumbra en esta parte del mundo.

Vladimir y Estragón aguardan a un misterioso personaje cuya promesa de venir los anima a continuar viviendo.

—¿Se llama Godot? —pregunta Estragón.
—Eso creo —responde Vladimir.

Mientras aguardan que Godot venga, los rodea una procesión de sufrimiento. Aburridos no tanto por el dolor sino por la inutilidad de la vida, se entretienen haciendo el bien, como por ejemplo levantar a un ciego que había tropezado y caído.

—¡Venga, manos a la obra! —invita Vladimir—. Dentro de un instante todo se disipará. Estaremos solos una vez más, en medio de las soledades.

Pero al acercarse cae sin poderse levantar. A pesar de las renovadas promesas de que Godot vendrá, se aproximan una vez más a la muerte, esta vez planeando ahorcarse. Al no tener una soga, Estragón se quita la que le sostiene los pantalones, que se le caen hasta los tobillos. Tiran juntos de la soga. Ésta se rompe y los hombres están a punto de caer. Entonces deciden buscar una soga mejor e intentar otra vez.

—Mañana nos ahorcaremos —dice Vladimir—. A no ser que venga Godot.
—¿Y si viene? —pregunta Estragón.
— Estaremos salvos.

Godot nunca viene, por lo que nunca se salvan. Por supuesto, nadie espera que se salven. Es por eso que desde la primera presentación en el Théâtre de Babylone de París en 1953, la obra de Samuel Beckett "Esperando a Godot"1 siempre culmina con estos dos seres atrofiados, varados en una existencia que odian, pero de la que no pueden escapar. Tampoco están seguros de que valdría la pena huir ya que tienen la promesa de que Godot vendrá. El que Godot nunca llegue no importa mucho; lo importante es la promesa de que vendrá. La obra de Beckett es la creación anticristiana más cruel que exista después de las ácidas invectivas de Voltaire en el siglo XVIII. Es difícil imaginar que un cristiano que crea en la segunda venida no se vea caricaturizado en el intento patético de Vladimir y Estragón, de compensar sus temores y dudas acerca del sufrimiento humano con un Dios todopoderoso que promete venir para solucionar los problemas, pero que no lo hace.

La tragicomedia de Beckett, sin embargo, no se burla tan sólo de la promesa, sino de la vida sin la promesa de un más allá. ¿Qué es peor? ¿Una esperanza falsa o ninguna esperanza?

Aunque negativa con respecto a la segunda venida, Esperando a Godot es más despiadada con el mundo secular, pues sin misericordia brutaliza una existencia que sólo sirve para mantenerse vivo. Al mismo tiempo que remeda los resultados de una vida sin propósito, Beckett formula la pregunta que ha dominado al mundo poscristiano: “¿Cómo vivir una vida sin sentido?”

La vida es demasiado complicada, está demasiado llena de trampas y trucos inesperados para vivirla sólo porque sí. Cuando las personas no tienen idea acerca del propósito de su existencia, cuando sólo alcanzan a elaborar hipótesis nebulosas acerca de sus orígenes y todo lo que pueden hacer es especular acerca de la muerte, entonces es asombroso que puedan seguir viviendo.

El dilema

“No podemos —escribió Francisco José Moreno— ni librarnos de la certeza de la muerte ni lograr comprender la vida”.2 ¡Qué increíble que algo tan básico, tan fundamental como la vida no pueda justificar y mucho menos explicar su propia existencia! Simplemente un día nacemos para eventualmente, por medio del dolor, el temor y el hambre como primeras sensaciones, alcanzar la autoconciencia.

Recibimos algo que ninguno de nosotros buscó, planeó o aprobó; no estamos seguros de qué es, qué significa, o por qué estamos aquí. Sus resultados más reales e inmediatos —el dolor, la angustia, la pérdida y el temor— permanecen absurdamente inexplicables. Sin embargo, nos aferramos a ese algo aun cuando finalmente lo perdamos.

¿Es que sólo en esto consiste la vida humana?

Esperando a Godot divide la realidad en dos esferas. La primera es mecanicista, atea y secular. La verdad existe sólo en ecuaciones matemáticas: es amoral. La segunda es espiritual: trasciende una realidad limitada y proclama que la verdad no se origina en la creación sino en el Creador. En la primera, el ser humano es el medio, el fin y el todo. En la segunda, es Dios En la primera, la humanidad es el sujeto de la verdad; en la segunda, es el objeto. Y eso hace una gran diferencia.

Si la opción mecanicista es la verdadera, nuestra respuesta finalmente no es importante; todos tenemos el mismo fin, sin importar quiénes somos y qué pensamos, creemos o hacemos. Si la segunda es la verdadera, nuestra respuesta tiene consecuencias eternas. En la primera, nunca conoceremos; en la segunda, esperamos conocer absolutos.

Entre estos dos centros de gravedad surge una oscura nebulosa. La posibilidad de un compromiso, de un equilibrio entre los dos hacia “el fin de la historia” no puede ni debe existir. Es uno o el otro, pero no ambos. Ninguna de las dos posturas posee una arquitectura filosófica tan intrincada y acabada como para que sus adherentes no tropiecen con los cabos sueltos. No importa cuán estrechamente uno se identifique con sus creencias, siguen siendo sólo creencias: encuentros subjetivos con fenómenos, meras opiniones maculadas por lo que afecta sus genes en el momento de la concepción o por lo que crece en su vientre en el momento del pensamiento. En el fondo, una creencia no afecta la verdad o la falsedad de su objeto. Por más ferviente que sea, no puede hacer que lo falso sea verdadero o lo verdadero falso. Lo falso nunca existió, aun si apasionadamente creemos que es así; lo verdadero, por otra parte, permanece aun mucho después que hayamos dejado de creer.

¿Dónde estamos nosotros?

Por medio de cinco personajes nada envidiables, en un escenario vacío, Samuel Beckett ejemplificó el dilema más acuciante de Occidente: Dios está muerto, de manera que ¿qué sucede con los seres creados a su imagen? Para Beckett, quedan encadenados a dos grillos: en primer lugar, Cristo no ha venido como prometió; en segundo, y como resultado, nos aguarda un triste destino. Entre estas dos opciones, la humanidad soporta cadenas sin posibilidad de escape. ¿Podría ser de otra forma, cuando el nudo mismo está formado por la realidad, conformado por las únicas opciones posibles y amarrado por una lógica irreductible?

“No hay nada que hacer”, murmura Estragón, porque no hay nada para hacer. Francamente, nada puede hacerse en un universo sin Dios donde nuestro enemigo más intransigente no contempla la derrota o la toma de prisioneros sino que dispara sus metrallas hasta que todas las murallas caen y su interior es destruido. Pero para nosotros la muerte es un enemigo imposible de destruir porque está hecha de nuestro mismo material. En un universo totalmente naturalista, la vida y la muerte no son más que diferentes formas de un mismo todo. Los vivos son tan sólo una versión pubescente de los muertos.

Antes de Sócrates, Protágoras dijo: “Con respecto a los dioses, no sé si existen debido a la dificultad del tema y a la limitada duración de la vida humana”.3 A partir de ese momento, las presuposiciones de la ciencia moderna o cosmovisión naturalista ha tenido una historia larga en tiempo pero escasa en cuanto a sus adherentes. Sin embargo, en los últimos cien años el secularismo inclinó el edificio del pensamiento occidental, con líderes científicos e intelectuales que lo proclaman con el fervor de los cruzados. Concebido sobre los escombros de la revolución de Cromwell en el siglo XVII, nacido bajo los fértiles ideales del Iluminismo, nutrido por la diosa de la razón y estimulado involuntariamente por los así llamados cristianos intelectuales y desprejuiciados, el secularismo alcanzó la mayoría de edad en el siglo XX. Hoy en día, está tan imbuido en la cultura occidental que tendríamos que separarnos del cuerpo para ver lo que se le ha hecho a nuestra mente. Nunca antes ha existido un movimiento tan generalizado, institucionalizado e intelectualmente fértil para explicar la creación y todos sus predicados (la vida, la muerte, la moral, la ley, el propósito y el amor) sin un Creador.

Después de todo, ¿por qué ocuparse de los textos de los muertos cuando existe la ciencia de los vivos? ¿Qué tienen que decir Jeremías, Isaías y Pablo a los que se criaron con Newton, Einstein y Heisenberg? ¿No vician los Principia el Apocalipsis? ¿Quién necesita al Señor moviéndose sobre “la faz del abismo” (Génesis 1:2) cuando Darwin hizo lo mismo en el H.M.S. Beagle?

Envuelta en cifras herméticas, expresada por los científicos y explicada por teorías bien desarrolladas, la cosmovisión secular ha presentado un aura de objetividad, de validación (al menos por ahora) más allá del alcance de la fe religiosa. La relatividad especial ha disfrutado de pruebas que no pueden otorgarse a la muerte y resurrección de Cristo. A pesar del triunfo aparente del racionalismo científico, su victoria nunca ha sido conectada a otra cosa fuera de sí y de sus propias presuposiciones dogmáticas. De hecho, la concordancia no es tan estrecha como se ha enseñado, y cuanto más envuelve al mundo, más raída se torna la cubierta hasta que la realidad revienta por los junturas. Ciertamente, percibimos el mundo como material; de hecho, el pensamiento racional resuelve acertijos y ayuda a los aviones a volar; sin duda, la ciencia ha desmenuzado el átomo y construido el transbordador espacial. Sin embargo, estos factores no prueban que el materialismo, el racionalismo y la ciencia contengan el potencial o siquiera las herramientas para explicar la realidad más de lo que la física clásica de por sí puede explicar la victoria de Francia en la Copa del Mundo 1998.

Las ecuaciones definen imperfectamente una realidad desenfrenada de pasión, llena de pensamiento y colmada de creatividad. ¿Qué algoritmo puede explicar la pasión de Hamlet, qué fórmula el arrullo de una paloma, qué ley la impresión del Trigal con cuervos de Van Gogh? ¿Son las sinfonías de Beethoven y los versos de Shelley nada más que sus manuscritos? Las teorías y las fórmulas, los principios y las leyes no hacen que las estrellas brillen, los pájaros vuelen o las madres alimenten a sus pequeños más de lo que los símbolos E=MC2 en una pieza de uranio enriquecido pueden producir una explosión atómica.

Malgastar lo esencial

Sin importar cuán grandes sean los logros científicos de los últimos siglos, algo esencial e intrínsecamente humano se ha perdido en el proceso. Isaac Newton declaró: “¡Oh Dios! ¡Pienso tus pensamientos en concordancia contigo!” Y Stephen Hawking, titular de la misma cátedra de Newton en Cambridge, afirma: “La raza humana es tan sólo una escoria química en un planeta mediano que gira alrededor de una estrella tamaño promedio, en un suburbio alejado de una de las cientos de miles de millones de galaxia.”4 Hay un gran abismo entre los dos, incapaz de calzar en tubos de ensayo o de conformarse a fórmulas. El cielo, en lugar de ser el trono del cosmos, ha sido destrozado en trozos fragmentados de mitos volubles desparramados por la imaginación humana. El Dios que una vez reinó en el cielo ha desaparecido, dos veces removido de su trono (creado por las criaturas que él había creado).

De esta manera la divinidad ha sido distorsionada y degradada para que encaje en el marco que en los últimos siglos ha delineado los límites de la realidad. Además, el racionalismo científico ha atiborrado aspectos completos de la existencia humana en contenedores que no pueden tenerlos más de lo que una red de pesca puede retener los remolinos del agua. La ética y el amor, el odio y la esperanza trascienden no sólo la Tabla Periódica de los Elementos sino todas las otras 112 facetas de la realidad que la Tabla representa. Las fórmulas científicas —no importa cuán equilibradas sean— no pueden explicar por completo el heroísmo, el arte, el temor, la generosidad, el altruismo, el odio, la esperanza y la pasión.

Una cosmovisión que limita su mundo solamente al racionalismo, el materialismo y el ateísmo científico, pasa por alto lo que está más allá; eso que representa una parte tan grande de nosotros, de lo que somos, lo que esperamos, lo que aspiramos: del amor y la adoración, la vida y la muerte. La escoria química no piensa en mundos superiores, sueña con la eternidad, escribe Les Misérables ni evoca lo sublime. Las fórmulas y la química son parte de la vida, por supuesto. ¿Pero lo son todo? Jamás. Pensar de otra forma es rendirse ante el denominador más bajo posible, es conformarse con la opción más barata, cuando existen otras más optimistas, ricas y prometedoras.

Responsabilidad moral

De hecho, en un mundo puramente materialista, químico y mecánico, ¿cómo podrían los humanos ser responsables de sus acciones? Si sólo las leyes físicas nos controlan, somos como el viento o la combustión. Cualquier sociedad basada sobre premisas puramente materialistas tendría que dejar libres a sus asesinos, abusadores, ladrones, violadores y criminales ya que somos máquinas y, ¿quién puede acusar de culpabilidad a un aparato? Sería como juzgar a una ametralladora por asesinato. Ninguna sociedad, por más secularista que sea, tolera semejante inculpabilidad, a excepción de los dementes criminales. O sea que lo que la sociedad afirma, al menos implícitamente, es que si el materialismo científico fuera verdad, todos deberíamos ser lunáticos. Todas las culturas rechazan el materialismo exacerbado, al creer en cambio que somos seres moralmente responsables, no manipulados por fuerzas físicas deterministas más allá de nuestro control.

Somos activados por algo más que lo que inmediatamente percibimos (aun si no sabemos bien qué es), y sin ello no nos sentimos vivos, o libres o humanos. Emmanuel Kant afirmó que el mero acto de la razón sobrepasa a la naturaleza, trasciende las emociones, favorece positivamente los impulsos y eleva los instintos. ¿Cómo tener pensamientos trascendentes si no hay algo más allá de la naturaleza, algo más grande que la suma de nuestros componentes químicos, algo más en nuestras mentes que materia que late? ¿No hay algún principio que diga que los efectos no pueden ser más grandes que sus causas? Lo que la ciencia no nos puede decir, dice el filósofo Bertrand Russell, la humanidad no puede conocerlo. ¿De veras? Entonces no podemos conocer el amor, el odio, la misericordia, el bien, el mal, la felicidad, la trascendencia o la fe. Pero debido a que sí los conocemos, una cosmovisión como el materialismo científico que afirma que no podemos resulta obviamente inadecuada.

Una visión incompleta

“A pesar de todo prevalece el sentimiento incómodo —escribió el matemático David Berlinski—, y ha prevalecido desde hace mucho tiempo—, de que la visión de un universo puramente físico o material es de alguna forma incompleta; no puede abarcar los hechos familiares pero inevitables de la vida común”.5

La ciencia y el materialismo ni siquiera pueden justificarse a sí mismos o su existencia, y mucho menos explicar todo lo demás. El matemático austríaco Kurt Gödel mostró que ningún sistema de pensamiento, ni aun el científico, puede ser legitimizado por algo dentro del mismo sistema. Uno tiene que posicionarse fuera del sistema para verlo desde una perspectiva diferente y más amplia. De otra forma, ¿cómo juzgar a x, cuando x es el criterio utilizado para emitir el juicio? ¿Cómo pueden los humanos estudiar objetivamente el acto de pensar, cuando sólo pueden hacerlo mediante el acto de pensar?

Durante años la razón ha reinado como el monarca epistemológico de Occidente, el criterio único para juzgar la verdad. Sin embargo, ¿cuál ha sido el criterio para juzgar a la razón? ¡La razón misma! Pero juzgar la razón con la razón es como definir una palabra usando esa palabra en su definición. Eso es tautología, y las tautologías no prueban nada. Resulta fascinante, por lo tanto, que la razón misma —el fundamento del pensamiento, y en particular del pensamiento moderno— no pueda ser más validada que la declaración “la casa es roja porque la casa es roja”.

El problema de la ciencia y el materialismo es: ¿Cómo puedo ubicarme fuera del sistema, en un marco más amplio de referencia, cuando el sistema mismo pretende abarcar toda la realidad? ¿Qué sucede cuando llegamos al fin del universo? ¿Qué hay más allá? Si existiera un marco de referencia más amplio que nos permitiera emitir juicios (¿acaso Dios?), entonces el sistema en sí no sería totalmente abarcante, como el materialismo científico aduce ser.

“En suma —escribió el científico Timothy Ferris— no hay y nunca habrá un relato científico completo y comprensivo del universo que pueda ser considerado válido”.6 En otras palabras, aun el materialismo científico debe ser aceptado… ¿por fe?

¿Qué? ¿Los límites inherentes de la ciencia requieren de la fe? Pero, ¿no es la fe la idea de una creencia en algo imposible de probar, más allá del ámbito de la ciencia, cuyo único propósito es probar las cosas empíricamente? ¿No es el concepto de fe un dejo de una era distante, mítica, “prerracional” y “precientífica”?

Al estar basada en el materialismo, la ciencia implica (al menos hipotéticamente) que todo debería ser accesible al experimento y la validación empírica. Idealmente, no debería existir lugar para la fe en un universo científico, y sin embargo, la naturaleza misma del universo lo requiere. ¡Qué paradoja! En la cosmovisión materialista y científica, por lo tanto, existe un potencial para algo más allá de ella, algo que esté fuera de su influencia, algo que explique por qué el amor es más que una función endocrina, por qué la ética es más que una síntesis química y por qué la belleza es más que proporciones matemáticas. ¿Será acaso algo divino?






Fuente: Diálogo Universitario
Autor: Clifford Goldstein, autor prolífico. Editor de la Guia de estudio para adultos para la Escuela Sabática. Desde 1992 hasta 1997, fue redactor de ‘Liberty’, y 1984-1992, editor del Shabat Shalom. El tiene M.A. in Ancient Northwest Semitic Languages de la Johns Hopkins University (1992). Es autor de unos 18 libros, los más reciente son "God, Godel, and Grace" y "Graffiti in the Holy of Holies".

Notas y referencias: 1. Samuel Beckett: Esperando a Godot (http://www.librosgratisweb.com/pdf/becket-samuel/esperando-a-godot.pdf). 2. Francisco José Moreno:Between Faith and Reason (Nueva York: Harper Books, 1977), p.7. 3. Citado en From Thales to Plato, editado por T. V. Smith (Chicago: Phoenix Books, 1956), p.60. 4. Citado en David Deutsch:The Fabric of Reality (Nueva York: Penguin Books, 1997), pp. 177, 178. 5. David Berlinski: The Advent of the Algorithm (Nueva York: Harcourt Books, 2000), pp. 249, 250. 6. Timothy Ferris: Coming of Age in the Milky Way (Nueva York: Doubleday; 1988), p. 384.
Fotografía: montaje Menesez Filipov




+ Leer más...

viernes, 26 de agosto de 2011

Amadas y habilitadas / Por Mable C. Dunbar

Día Anual de Énfasis en la Prevención del Abuso 1
Introducción

Génesis 1:16 y Génesis 2: 18-24, registran la especial y sagrada creación de la humanidad. Desde el principio, el hombre y la mujer fueron hechos para gobernar y tener dominio sobre la tierra. Y dijo Dios: “¡Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza! ¡Y domine sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre el ganado y sobre todo animal que se arrastra sobre la tierra! Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó. Hombre y mujer los creó”.

Dios creó al hombre y la mujer para ser perfectos y para estar en armonía entre ellos y con Dios. El hombre y la mujer fueron creados para funcionar como sus representantes en la tierra. Debían participar equitativamente en todas las cosas: en obediencia, en bendiciones, en el gobierno y en la reproducción.

La agenda destructiva

Lucifer fue creado como querubín cubridor. Eventualmente se llenó de orgullo y deseo ser como Dios. Se dijo a sí mismo: “Subiré al cielo, en lo alto, por encima de las estrellas de Dios levantaré mi trono, en el Monte de la Reunión, al lado norte me sentaré. Sobre las altas nubes subiré, y seré semejante al Altísimo" (Isaías 14: 12-14). Convenció a muchos otros ángeles de que su causa era justa. Luego comenzó la guerra en el cielo. Satanás y sus simpatizantes fueron derrotados. Fueron arrojados del cielo. Se intensificaron su espíritu de venganza y su deseo de poder: Cuando Adán y Eva comieron del fruto prohibido, Satanás usó las tácticas del miedo, la vergüenza y la culpación para tratar de destruir la imagen de Dios en ellos. Todavía se esfuerza en destruir a la humanidad; algunos de sus métodos son la violencia doméstica y el abuso.

La violencia doméstica, conocida algunas veces como palizas, o maltrato de cónyuge, abuso por parte del cónyuge, o violencia íntima, constituye un patrón de comportamiento usado por una persona para establecer poder y control sobre otra, sin tomar en cuenta sus derechos individuales. El abuso puede ser físico, sexual, religioso, verbal, emocional, económico o psicológico; puede incluir actos o amenazas de actos. La intención del abuso es asustar, intimidar, aterrorizar, manipular, lastimar, humillar, culpar, avergonzar o lastimar.

Los hechos

La violencia doméstica es un serio problema mundial. Viola los derechos fundamentales de los seres humanos y trae casi siempre como resultado lesiones o muerte. La violencia doméstica no se limita a un solo género. Sin embargo, las mujeres son más frecuentemente las víctimas.

Mundialmente, hay varias fuerzas sociales, económicas, políticas y religiosas que ejercen en forma diferente su impacto sobre los derechos humanos de la mujer. Las mujeres pueden también experimentar violaciones a los derechos humanos que no caen en la categoría de las definiciones comúnmente aceptadas de estos cuatro tipos de violencia. Tales violaciones incluyen matrimonios forzados o a muy temprana edad, mutilación genital femenina, asesinato por honor, violencia relacionada con la dote, violación como arma de guerra, infanticidio femenino y esterilización forzada. Algunas formas de violencia pueden ser una respuesta a reglamentos o leyes gubernamentales, tales como el reglamento de un solo hijo, en China, que ha llevado al aumento del infanticidio perpetrado en niñas. 2

“Las tradiciones sociales y las creencias religiosas juegan un papel en relación con la mutilación genital y los crímenes de honor. Los efectos de los matrimonios forzados o en edad temprana, incluyen costos de salud reproductiva, un mayor riesgo de violencia doméstica y oportunidades limitadas de educación y empleo. En las culturas donde se percibe la pureza de una mujer, como concerniente al honor de toda la comunidad, se ha estado usando cada vez más la violación como táctica bélica en áreas de conflicto”. 3

La violencia familiar en contra de las mujeres ocurre tanto en los países desarrollados como en los países en vías de desarrollo. Se ha considerado por mucho tiempo como un asunto privado. Pero las estadísticas pintan un cuadro horrendo de las consecuencias sociales y de salud de la violencia contra la mujer. La violencia es una de las causas principales de muerte y discapacidad entre las mujeres de 15 a 44 años. Mundialmente, entre 40 a 70 por ciento de todas las víctimas de asesinato de mujeres lo han sido por un compañero íntimo. En el Perú, el 70 por ciento de todos los crímenes informados a la policía, implica mujeres golpeadas por sus esposos. En los Estados Unidos, cada 18 minutos es golpeada una mujer. Ciertamente, la violencia doméstica es la causa principal de daño entre las mujeres en edad reproductora en los Estados Unidos.

La mutilación genital femenina es otro horrible tipo de violencia en contra de la mujer. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, de 85 a 115 millones de niñas y mujeres han pasado por alguna forma de mutilación genital femenina y han sufrido sus adversos efectos en su salud. Se estima que más de 130 millones de niñas y mujeres que viven actualmente, han sufrido tal manipulación genital, principalmente en África y algunos países del Oriente Medio; y dos millones de niñas al año corren el riesgo de tal manipulación. Hay un consenso cada vez mayor de que la mejor manera de eliminar esas prácticas es a través de campañas educativas que enfatizan sus peligrosas consecuencias para la salud.

La violencia relacionada con la dote matrimonial y los matrimonios a edad temprana, es también una amenaza contra la vida y la salud. Los estudios indican que las demandas de la dote juegan un papel importante en casos en que las mujeres son quemadas vivas y en defunciones de mujeres, catalogadas como suicidios. En la India, un promedio de cinco mujeres al día son quemadas en disputas relacionadas con la dote matrimonial –y muchos otros casos no se llegan nunca a informar.

Los actos de violencia en contra de las mujeres en el ámbito de la comunidad, incluyen violación, asalto sexual dentro del matrimonio, acoso sexual, prostitución y tráfico sexual, pornografía y maltrato de trabajadoras emigradas.

En los Estados Unidos, las estadísticas nacionales indican que alguna mujer es violada cada seis minutos. Un informe de siete diferentes países indica que más del 60 por ciento de las víctimas de asalto sexual conocen al atacante. En Sudáfrica, cada veinte segundos se comete un crimen sexual.

Muchas mujeres se ven empujadas hacia la prostitución ya sea por sus padres, esposos o novios –o como resultado de condiciones económicas y sociales difíciles. Algunas veces son también atraídas a la prostitución por agencias para conseguir cónyuge, que les prometen encontrarles un esposo o un trabajo en un país extranjero. Como resultado, se encuentran muchas veces en situación ilegal, confinadas en prostíbulos bajo condiciones esclavizantes, en donde se les confisca su pasaporte y son abusadas físicamente.

Se estima que dos millones de mujeres quedan atrapadas cada año en la industria mundial del sexo, mientras que una cifra incontable de niñas y otras mujeres se ven forzadas a trabajar con salarios demasiados bajos. La ONU dice que no existen estadísticas precisas, pero el número de mujeres con quienes se trafica anualmente cruzando fronteras podría ser el doble si se incluyen aquellas forzadas en situaciones domésticas. El tráfico de mujeres y niñas ha alcanzado proporciones alarmantes, especialmente en los países asiáticos. Hay un tráfico anual de más de 100,000 mujeres en el sur de Asia.

Tal vez el más horrendo tipo de violencia contra la mujer, es la perpetrada, condonada, o simplemente ignorada por aquellos responsables por hacer cumplir la ley y proveer protección. Los ejemplos incluyen violencia contra mujeres en custodia, violencia contra mujeres en casos de conflicto armado y violencia contra mujeres refugiadas y desplazadas.

La violencia contra la mujer afecta a mujeres de todas las edades, etnias, razas, nacionalidades y trasfondos socioeconómicos. Algunas formas de violencia son del tipo violencia de género y son perpetradas más excesivamente contra mujeres, las cuales incluyen violencia física, asalto sexual, acoso sexual y tráfico humano. Tales tipos de violencia ocurren en muchos hogares, incluyendo hogares cristianos. No debemos nunca pensar que el abuso no puede ocurrir en hogares adventistas. Un estudio realizado en una asociación de los Estados Unidos, encuestó a 1,431 adultos –hombres y mujeres- y obtuvo resultados sorprendentes. Casi un 34 por ciento de mujeres y más de 20 por ciento de hombres declararon haber sido asaltados por un compañero íntimo.

No podemos ignorar este hecho. No podemos ignorar más este mal que quebranta el espíritu y destruye vidas. Debemos recordar que tenemos una responsabilidad, como guardas de nuestra hermana o de nuestro hermano.

El hecho real

¿Es la prevalencia y devastadores efectos de la violencia doméstica, un asunto simplemente de género? ¡No! El abuso y la violencia doméstica en sus muchas manifestaciones son evidencias de “la obra del reino de Satanás destruyendo el orden, el amor y la felicidad en las relaciones humanas… No podemos minimizar el mal al considerarlo como una vaga fuerza espiritual que preside fuera de la conducta humana. El mal es una personalidad sobrehumana: Satanás… Las acciones malas son actos de pecado. Son asaltos contra las leyes morales de Dios. Separan de Dios y de sus prójimos al obrador de maldad”.4 ¡La violencia doméstica es un asunto que tiene que ver con el pecado!

Satanás desea mantener a los hombres y mujeres culpándose, avergonzándose y atemorizándose unos a otros para evitar que se unan contra él, el verdadero enemigo de nuestra vida y nuestra alma. Nuestra lucha no es unos contra otros –hombres contra mujeres; miembros contra dirigentes; padres contra hijos. La batalla es en contra del enemigo de las almas.

La agenda de amor y poder

Debemos usar nuestros talentos para servir a Dios, para servir a otros y al mundo que nos rodea. Es esencial que enseñemos unidad y mutualidad en las relaciones y actuemos como ejemplos a seguir para las generaciones futuras.

Hombres y mujeres nos necesitamos unos a otros; y no podemos servir a Dios eficazmente con una actitud de independencia, superioridad o inferioridad hacia los demás. Debemos trabajar juntos como equipo, en consorcio mutuo. George Craig dice que “el trabajo como socios no es un principio, sino una relación entre personas que están en la misma empresa, comparten los mismos riesgos, los mismos privilegios y las mismas responsabilidades. Todo depende de la realidad de nuestra sociedad unos con otros y de cada uno con Dios”.

1 Corintios 12 dice que cada persona recibe dones espirituales para la edificación del cuerpo de la iglesia. Esos dones son dados por el Espíritu Santo, según su opción, sin discriminación de géneros. Son dados para edificar la iglesia. La iglesia recibe una bendición cuando no solamente se reconoce el papel de hombres y mujeres, sino que también se utiliza y fortalece el mismo. Cuando esto ocurre, las relaciones se fortalecen. Los matrimonios se fortalecen. Nuestras iglesias, asociaciones y comunidades se fortalecen, Fomentamos un sistema de adoración y servicio que ayudará a que cese el ciclo de violencia doméstica y abuso sexual. Ayudamos a crear un ambiente seguro, amante y de habilitación en el que todos puedan vivir y prosperar.

¿En qué forma trató Jesús a las mujeres abusadas?

Con frecuencia me pregunto cuál era la experiencia de una mujer hace dos mil años, en la presencia del Señor. ¿Qué aprendía al interactuar con él? ¿Qué veía ella en sus ojos cuando él la veía, o escuchaba en su voz cuando él le hablaba? ¿La liberaba el sonido de su voz, de sus temores asociados con su quebrantamiento, victimización, abuso, rechazo y sufrimiento? ¿Se disipaba su sensación de abandono e insuficiencia cuando él colocaba su mano sobre su hombro?

1.Las perdonó. (Lucas 7: 37-48; Marcos 14: 3-9).

Cierto día, un fariseo invitó a Jesús a cenar. Cuando una mujer que había vivido una vida pecaminosa se enteró de que Jesús estaba cenando en casa de este fariseo, compró un perfume en un vaso de alabastro. Se arrojó a sus pies llorando y comenzó a secar sus pies con sus cabellos y a derramar perfume sobre ellos. Los otros invitados estaban horrorizados, pero Jesús le dijo: “Haz amado mucho. Tus pecados te son perdonados. Tu fe te ha salvado, ve en paz”.

2. Nos las condenó, sino les tuvo misericordia. (Juan 8: 1-11)

¿Cuáles serían los pensamientos que cruzaban por la mente de Jesús y los sentimientos que inundaban su corazón el día cuando le trajeron arrastrando a una prostituta, una mujer maltratada y aterrorizada, a la cual lanzaron a sus pies? La acusaban de adulterio y sus acusadores querían que Jesús dijera lo que se debía hacer con ella. La mujer estaba aterrada. Cualquier palabra de Jesús podía significar la muerte. El silencio imperaba mientras él se inclinó a escribir algo en la arena. Cuando terminó, le preguntó: “Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Ninguno te ha condenado?” “¡Ninguno, Señor!”, contestó la mujer. Jesús la tranquilizó y le encomendó: “Tampoco yo te condeno; vete y no peques más”.

3. Les manifestó amor, comprensión y ternura. (Juan 4: 6-26)

La mujer samaritana procedía de una raza despreciada por los judíos. Además, como mujer, era considerada inferior, como todas las mujeres en esa época. Al llegar al pozo ese día, Jesús estaba esperando pacientemente para hablar con ella. Él sabía que la mujer había estado con muchos hombres y buscaba amor y seguridad. Escuchó el clamor de su corazón cuando él le dijo con ternura: “Yo soy el Mesías”. No estaba ahí para hacerla sentir culpable. Estaba ahí para mostrarle su amor, bondad y ternura, después de que ella había experimentado tanto sufrimiento y rechazo. Jesús estaba ahí para ofrecerle salvación eterna.

4. Las sanó, limpió y las hizo fuertes. (Marcos 5: 25-34; Mateo 9: 20-22).

Otra mujer acudió a él con un severo problema médico. Había estado sangrando por doce años. Seguramente había sido abandonada o rechazada por su familia. Había visto muchos médicos. Había gastado todos sus recursos. Un día se sentó en una polvorienta calle de Galilea para esperar a que Jesús pasara. Desesperada, dijo en su corazón: “Si tan solo puedo tocar el borde de su manto, seré sana”. Avanzó a empujones entre la multitud y llegó hasta él. Un toque en su manto y desaparecieron doce años de sufrimiento. Y Jesús la miró. Su mirada le hizo saber que él sabía de su sufrimiento; que entendía lo cansada que había estado. Jesús se regocijaba con ella porque había sido sanada, porque estaba limpia y porque su fortaleza se había perfeccionado en su debilidad.

Ciertamente, Jesús simpatizaba con toda la humanidad, incluyendo las mujeres. Hizo a un lado la actitud de su época, de que las mujeres eren inferiores, sin valor alguno, excepto como propiedad y fuerza laboral. A partir de esos incidentes registrados en la Biblia, podemos ver que valoraba y sigue valorando a la mujer.

¿En qué forma somos amadas y habilitadas hoy?

• Jesús nos perdona
• Jesús nos da su amor y ternura
• Jesús nos sana, nos limpia y nos hace fuertes
• Jesús no nos condena, sino nos trata con misericordia
• Jesús restaura nuestra alma y volvemos a ser completos en él
• Jesús nos levanta de la muerte espiritual.
• Jesús nos da la oportunidad de ser salvos. El camino de la salvación es el mismo para el hombre y la mujer. Cada uno es perdonado, cada uno recibe vida eterna y llega a ser un hijo o una hija en la familia de Dios (Romanos 8: 16, 17).
• Jesús nos da poder y oportunidades ilimitados. “Todo ser humano, creado a la imagen de Dios, está dotado de una facultad semejante a la del Creador” (La educación, p. 16).
• Jesús nos promete estar con nosotros: "No te dejaré ni te desampararé" (Hebreos 13:5)
• Su amor por nosotros es eterno y continúa atrayéndonos a él cuando nos extraviamos. "Con amor eterno te he amado, por eso te atraje con bondad” (Jeremías 31:3).

Conclusión

La violencia doméstica, en sus muchas manifestaciones, es un asalto contra el carácter de Dios y las normas morales. Ocurre a puertas cerradas y su resultado son almas decaídas, espíritu abatido y daños físicos, emocionales y sexuales que pueden llevar a la muerte. No es un asunto de género. Es un asunto de pecado. Es un intento de Satanás de destruir la imagen de Dios en nosotros.

Es por lo tanto imperativo que como creyentes adventistas hagamos todo lo que podamos, individual y corporativamente, para terminar con la violencia doméstica y el abuso en todas sus formas, para ayudar a las víctimas, para dirigir a los abusadores hacia agencias de servicios, para ayudar a los niños y apoyar el funcionamiento saludable de las familias en nuestras congregaciones y comunidades.

Muchas personas se han apartado de la religión por la inconsistencia que observan entre personas que creen que Jesús vino a dar libertad a los cautivos (Lucas 4:18) y la continua falta de apoyo y servicios a favor de mujeres, hombres y niños que sufren cuando la violencia doméstica muestra su horrible rostro.

Debemos continuar hablando en contra de ella tanto en nuestras conversaciones privadas como en los foros públicos. No podemos continuar negando que está ocurriendo en nuestros hogares, iglesias y comunidades. Tenemos la obligación de atender este asunto tan frecuentemente como podamos y en tantas formas como podamos. Al hacerlo, ¿cómo sabemos qué vida podríamos salvar? La siguiente historia ilustra la importancia de tener el valor de involucrarse.

“Cierta noche caminaba por una calle poco iluminada, cuando escuché gemidos que provenían de detrás de unos arbustos. Alarmado, aminoré el paso y escuché con cuidado. Me llené de pánico cuando me di cuenta que lo escuchado eran los sonidos inconfundibles de una lucha: fuertes resoplidos, forcejeo frenético y rasgadura de ropa. A solo unos cuantos metros de donde me encontraba, una mujer estaba siendo atacada.

¿Debía involucrarme? Temía por mi propia seguridad y estaba enojado conmigo mismo por tener que tomar otro camino a casa esa noche. ¿Qué tal si me convertía en otra estadística? ¿No debía simplemente correr al teléfono más próximo y llamar a la policía? Aunque parecía una eternidad, las deliberaciones en mi mente habían tomado solo segundos, pero ya para entonces los gemidos de la chica eran más débiles. Sabía que tenía que actuar rápidamente. ¿Cómo podía alejarme simplemente de ahí? No, no podía darle la espalda a esta mujer desconocida, aun a riesgo de mi propia vida.

No soy un hombre valiente, ni soy atlético. No sé de dónde saqué el valor moral y la fuerza física; pero una vez que hube decidido ayudar a la joven, me transformé totalmente. Corrí hacia los arbustos y le quité de encima al asaltante. Forcejeamos y caímos al suelo, en donde luchamos por un tiempo hasta que el atacante huyó corriendo. Jadeando fuertemente, me incorporé y me acerqué a la chica que estaba agachada, llorando detrás de un árbol. Apenas podía ver su silueta en la oscuridad, pero podía percibir que estaba en estado de choque.

No queriendo asustarla aun más, le hablé desde cierta distancia. “Todo está bien”, le dije para calmarla. “El hombre se fue. No te va a pasar nada”.

Después de una larga pausa, escuché sus palabras pronunciadas con gran asombro. “¿Eres tú, papá? Entonces, de detrás del árbol, avanzó hacia mí mi hija menor, Katherine”. 5

Al resolver arriesgar nuestra vida por otros, descubriremos el verdadero sentido del amor, el sorprendente poder y fuerza de la voluntad transformada por Cristo. Al hacer buenas obras a favor de los demás, las estaremos haciendo para nosotros mismos. Dios desea que todos trabajemos juntos para poner un alto a la violencia doméstica, al abuso en todas sus formas y al ciclo multigeneracional de violencia. Al determinar hacerlo, Dios nos dará fuerza, valor y sabiduría.

Nuestra respuesta

Mi oración es que ustedes determinen hacer todo lo que puedan para terminar con la violencia doméstica y el abuso sexual en dondequiera que se encuentren. Que reconozcan cuánto Dios ama y se preocupa por cada persona. Que busquen su poder diariamente para actuar con rectitud, para amar la misericordia y caminar humildemente con él




Fuente: Adventist Women's Ministries / General Conference of the SDA (adaptado por Ojo Adventista)
Autor: Mable C. Dunbar, Ph.D., L.P.C.., es la directora de Ministerio de la Mujer, educadora de Vida Familiar y directora del Centro de Orientación de la Asociación Upper Columbia, en los Estados Unidos. Es también presidenta y ejecutiva principal de la Red de Sanidad y Habilitación para Mujeres (antes Red Polly’s Place). Es consejera profesional con licencia, terapeuta certificada de conducta cognitiva y consejera certificada de violencia doméstica. Es autora de The truth about us: How to discover the potential God has given you [La verdad acerca de nosotras: cómo descubrir el potencial que Dios nos ha dado] y coautora de We suffered in silence [Sufrimos en silencio] y No more excuses [No más excusas].
Referencias: 1.
El 27 de agosto de 2011 / El Consejo Anual 2001 de la Conferencia General de Adventistas del Séptimo Día, VOTÓ para designar el cuarto sábado de agosto como Día de Énfasis de Prevención de Abuso e incluirlo en el Calendario anual de la Iglesia de Días Especiales y Eventos de cada año. 2. One child policy in China designated to limit population growth [Reglamento de un solo hijo, en China, diseñado para limitar el aumento de población] por Matt Rosenberg, About.com Guides 3. Advocates for human rights [Defensores de derechos humanos], 1 de febrero de 2006. 4. James y Phyllis Alsdurf, Battered into submission. Westmont, IL: InterVarsity Press, 1986, pp. 61, 62. 5. Greg O´Leary, en Small miracles, por Yitta Halberstam, Holbrook, MA: Adams Media, 1998.






+ Leer más...