martes, 27 de enero de 2009

Gremios y monopolios. Por Elena G. de White.

Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía. (Sant. 5: 7).

Los gremios serán uno de los instrumentos que traerán sobre esta tierra un tiempo de angustia como nunca ha habido desde que el mundo fue creado.

La obra del pueblo de Dios consiste en prepararse para los acontecimientos del futuro, los que pronto lo sobrecogerán con fuerza abrumadora. En el mundo se formarán monopolios gigantescos. Los hombres se asociarán en gremios que los encerrará en el redil del enemigo. Unos pocos hombres se unirán para apoderarse de todos los medios que puedan obtenerse en ciertos tipo de negocios. Se formarán gremios de obreros y los que rehuse unirse a ellos serán hombres marcados...

Estos gremios constituyen una de las señales de los último días. Los hombres están siendo unidos en atados listos para se quemados. Puede ser que sean miembros de la iglesia, pero mientras pertenezcan a esas asociaciones, no pueden guardar los mandamientos de Dios, porque el pertenecer a ellas implica despreciar todo el Decálogo.

"Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. . . y. . . a tu prójimo como a ti mismo" (Mar. 12: 30, 31). . . ¿Cómo pueden los hombres obedecer estas palabras, y formar combinación que privan a las clases más pobres de las ventajas que les pertenecen con justicia, y les impiden comprar o vender, a no ser bajo ciertas condiciones?

Los que pretenden ser hijos de Dios en ningún caso debería unirse a los gremios que ya están formados o que se van a formar. El Señor lo prohíbe. ¿No pueden ver los que estudian la profecías lo que hay delante de nosotros?

Pronto habrá que hacer frente a graves crisis, y queremos estar escondidos en la hendidura de la roca para que podamos ver a Jesús y ser vivificados por su Santo Espíritu. No tenemos tiempo que perder ni siquiera un instante.

Fuente: ¡Maranata: el el Señor Viene! p.181.
Autor: Elena G. de White. Los adventistas creemos que ejerció el don bíblico de profecía durante más de setenta años de ministerio público.

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martes, 13 de enero de 2009

La senda de la vida. Por Elena G. de White.

Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan. (Mat. 7: 13, 14).

Cristo nos invita a entrar en la senda angosta, donde cada paso significa abnegación. Nos invita a estar de pie sobre la plataforma de la verdad eterna y luchar tesoneramente por la fe dada una vez a los santos...

Al acercarnos al tiempo cuando los principados, las potestades y las huestes espirituales de maldad que se encuentran en las regiones celestiales sean lanzados de lleno en su lucha contra la verdad, cuando el poder engañoso de Satanás sea tan grande que trate de seducir, si fuere posible, a los mismos elegidos, nuestro entendimiento debe ser aguzado mediante la iluminación divina a fin de que los artificios de Satanás no nos resulten desconocidos. Todo el tesoro del cielo está a nuestra disposición para que preparemos el camino del Señor. Al darnos la cooperación de los santos ángeles, Dios ha hecho posible que nuestra obra sea un éxito maravilloso y glorioso. Pero rara vez el éxito será el resultado del esfuerzo esporádico. Se requiere la influencia conjunta de todos los miembros de la iglesia.

La iglesia necesita hoy hombres que, como Enoc, caminen con Dios, y revelen a Cristo al mundo. Los miembros de iglesia necesitan alcanzar una norma más elevada. Los mensajeros celestiales están esperando para comunicarse con los que han anulado el yo, cuyas vidas son un cumplimiento de las palabras: "Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Gál. 2: 20). De tales hombres y mujeres debe estar compuesta la iglesia antes que su luz pueda alumbrar al mundo con rayos claros y nítidos. Nuestro concepto del Sol de justicia está oscurecido por el egoísmo. Cristo es crucificado de nuevo por muchos que por su complacencia propia permiten que Satanás los domine...

Es el propósito de Dios que todos sean probados para ver si son leales o desleales a las leyes que gobiernan el reino de los cielos. Hasta el fin Dios le permite a Satanás manifestarse como mentiroso, acusador y homicida. De esa manera el triunfo final de su pueblo llega a ser más señalado, más glorioso.

Fuente: ¡Maranata: el el Señor Viene! p.109.
Autor: E. G. de White. Los adventistas creemos que ejerció el don bíblico de profecía durante más de setenta años de ministerio público.

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viernes, 9 de enero de 2009

Vivir para salvar a otros. Por E.G. de White

Si alguno quiere venir en pon de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. (Luc. 9: 23).

El pecado más difundido que nos separa de Dios y provoca tantos trastornos espirituales contagiosos, es el egoísmo. No se puede volver al Señor excepto mediante la abnegación. Por nosotros mismos no podemos hacer nada; pero si Dios nos fortalece, podemos vivir para hacer bien a otros, y de esta manera rehuir el mal del egoísmo. No necesitamos ir a tierras paganas para manifestar nuestros deseos de consagrarlo todo a Dios en una vida útil y abnegada.

Debemos hacer esto en el círculo del hogar, en la iglesia, entre aquellos con quienes tratamos y con aquellos con quienes hacemos negocios. En las mismas vocaciones comunes de la vida es donde se ha de negar al yo y mantenerlo en sujeción.

Pablo podía decir: "Cada día muero" (1 Cor. 15: 31). Es esa muerte diaria del yo en las pequeñas transacciones de la vida lo que nos hace vencedores. Debemos olvidar el yo por el deseo de hacer bien a otros. A muchos les falta decididamente amor por los demás. En vez de cumplir fielmente su deber, procuran más bien su propio placer.

Dios impone positivamente a todos los que le siguen el deber de beneficiar a otros con su influencia y recursos, y de procurar de él la sabiduría que los habilitará para hacer todo lo que esté en su poder para elevar los pensamientos y los afectos de aquellos sobre quienes pueden ejercer su influencia. Al obrar por los demás, se experimentará una dulce satisfacción, una paz íntima que será suficiente recompensa. Cuando estén movidos por un elevado y noble deseo de hacer bien a otros, hallarán verdadera felicidad en el cumplimiento de los múltiples deberes de la vida. Esto les proporcionará algo más que una recompensa terrenal; porque todo cumplimiento fiel y abnegado del deber es notado por los ángeles, y resplandece en el registro de la vida.

En el cielo nadie pensará en sí mismo, ni buscará su propio placer; sino que todos, por amor puro y genuino, procurarán la felicidad de los seres celestiales que los rodeen. Si deseamos disfrutar de la sociedad celestial en la tierra renovada, debemos ser gobernados aquí por los principios celestiales.

La mayor obra que puede hacerse en nuestro mundo consiste en glorificar a Dios viviendo el carácter de Cristo.

Fuente: ¡Maranata: el el Señor Viene! p.106.
Autor: E. G. de White. Los adventistas creemos que ejerció el don bíblico de profecía durante más de setenta años de ministerio público.

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viernes, 2 de enero de 2009

El Culto de Familia. Por E.G. de White

Si hubo tiempo en el que cada casa debiera ser una casa de oración, es ahora. Predomina la incredulidad y el escepticismo. Abunda la inmoralidad. La corrupción penetra hasta el fondo de las almas y la rebelión contra Dios se manifiesta en la vida de los hombres. Cautivas del pecado, las fuerzas morales quedan sometidas a la tiranía de Satanás. Juguete de sus tentaciones, el hombre va donde lo lleva el jefe de la rebelión, a menos que un brazo poderoso lo socorra.

Sin embargo, en esta época tan peligrosa, algunos de los que se llaman cristianos no celebran el culto de familia. No honran a Dios en su casa, ni enseñan a sus hijos a amarlo y temerlo. Muchos se han alejado a tal punto de Dios que se sienten condenados cuando se presentan delante de él. No pueden allegarse "confiadamente al trono de la gracia," "levantando manos limpias, sin ira ni contienda." (Heb. 4: 16; 1 Tim. 2: 8.) No están en comunión viva con Dios. Su piedad no es más que una forma sin fuerza.

La idea de que la oración no es esencial es una de las astucias de las que con mayor éxito se vale Satanás para destruir a las almas. La oración es una comunión con Dios, la fuente de la sabiduría, fuerza, dicha y paz. Jesús oró a su Padre "con gran clamor y lágrimas." (Heb. 5: 7.) Pablo exhortó a los creyentes a "orar sin cesar" (1 Tes. 5: 17), y a hacer conocer sus necesidades por "peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con hacimiento de gracias." (Fil. 4: 6.) Santiago dice: "Rogad los unos por los otros, . . . la oración del justo, obrando eficazmente, puede mucho." (Sant. 5: 16.)

Mediante oraciones sinceras y fervientes, los padres deberían alzar como una valla alrededor de sus hijos. Deberían orar con fe implícita para que Dios habite en ellos y que los santos ángeles los preserven, a ellos y a sus hijos, de la potencia cruel de Satanás.

En cada familia debería haber una hora fija para el culto matutino y vespertino. ¿No conviene a los padres reunir en derredor suyo a sus hijos antes del desayuno para agradecer al Padre Celestial por su protección durante la noche, y para pedirle su ayuda y cuidado durante el día? ¿No es propio también, cuando llegue el anochecer, que los padres y los hijos se reúnan una vez más delante de Dios para agradecerle las bendiciones recibidas durante el día que termina?

El padre, o en su ausencia la madre, debe presidir el culto y elegir un pasaje interesante de las Escrituras que pueda comprenderse con facilidad. El culto debe ser corto. Cuando se lee un capítulo largo y se hace una oración larga, se torna fatigoso y se siente alivio cuando termina. Dios queda deshonrado cuando el culto se vuelve árido y fastidioso, cuando carece tanto de interés que los hijos lo temen.

Padres y madres, cuidad de que el momento dedicado al culto de familia sea en extremo interesante. No hay razón alguna porque no sea éste el momento más agradable del día. Con un poco de preparación podréis hacerlo interesante y provechoso. De vez en cuando, introducid algún cambio. Se pueden hacer preguntas con referencia al texto leído, y hacer algunas observaciones fervorosas y oportunas. Se puede cantar un himno de alabanza. La oración debe ser corta y precisa. El que ora debe hacerlo con palabras sencillas, fervientes; debe alabar a Dios por su bondad y pedirle su ayuda. Si las circunstancias lo permiten, dejad a los niños tomar parte en la lectura y la oración.

La eternidad sola pondrá en evidencia el bien verificado por esos cultos de familia.

La vida de Abrahán, el amigo de Dios, fue una vida de oración. Dondequiera que levantase su tienda, construía un altar sobre el cual ofrecía sacrificios mañana y noche. Cuando él se iba, el altar permanecía. Y al pasar cerca de dicho altar el nómada cananeo, sabía quién había posado allí. Después de haber levantado también su tienda, reparaba el altar y adoraba al Dios vivo.

Así es cómo el hogar cristiano debe ser, una luz en el mundo. De él, mañana y noche, la oración debe elevarse hacia Dios como el humo del incienso. En recompensa, la misericordia y las bendiciones divinas descenderán como el rocío matutino sobre los que las imploran.

Padres y madres, cada mañana y cada noche, juntad vuestros hijas alrededor vuestro, y elevad vuestros corazones a Dios por humildes súplicas. Vuestros amados están expuestos a la tentación. Hay dificultades cotidianas sembradas en el camino de los jóvenes y de sus mayores. Los que quieran vivir con paciencia, amor y gozo deben orar. Será únicamente obteniendo la ayuda constante de Dios cómo podremos obtener la victoria sobre nosotros mismos.

Cada mañana consagraos a Dios con vuestros hijos. No contéis con los meses ni los años; no os pertenecen. Sólo el día presente es vuestro. Durante sus horas, trabajad por el Maestro, como si fuese vuestro último día en la tierra. Presentad todos vuestros planes a Dios, a fin de que él os ayude a ejecutarlos o abandonarlos según lo indique su Providencia. Haced los planes de Dios en lugar de los vuestros, aun cuando esta aceptación exija que renunciéis a proyectos por largo tiempo acariciados. Así, vuestra vida será siempre más y más amoldada conforme al ejemplo divino, y "la paz de Dios, que sobrepuja todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros entendimientos en Cristo Jesús." (Fil. 4: 7.)

Fuente: Testimonios Selectos. T5 p.18-20.
Autor: E. G. de White. Los adventistas creemos que ejerció el don bíblico de profecía durante más de setenta años de ministerio público.

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jueves, 1 de enero de 2009

Un tiempo de decisión. Por Elena G. de White.

Escogeos hoy a quién sirváis. (Jos. 24: 15).

Hoy el mundo está loco: Una demencia se ha apoderado de hombres y mujeres, y los está precipitando hacia la ruina eterna. Prevalece toda clase de complacencia, y los hombres se han infatuado tanto con el vicio que no escuchan llamados ni amonestaciones.

El Señor dice a los habitantes de la tierra: "Escogeos hoy a quién sirváis". Todos están decidiendo ahora su destino eterno. Los hombres necesitan que se les haga comprender la solemnidad de la hora, la cercanía del día cuando terminará el tiempo de prueba. Dios no le da a nadie el mensaje de que pasarán cinco, diez o veinte años antes que termine la historia de esta tierra. No quiere dar excusa a ningún ser viviente para demorar la preparación para su advenimiento. No quiere que nadie diga, como el siervo infiel: "Mi Señor tarda en venir", pues esto conduce al temerario descuido de las oportunidades y los privilegios que se nos dan a fin de que nos preparemos para ese gran día. Todo aquel que pretende ser siervo de Dios, está llamado a prestar servicio como si cada día fuera el último...

Hablad de la pronta aparición del Hijo del hombre en las nubes del cielo con poder y gran gloria. No posterguéis aquel día...

Esta es la gran preocupación que cada cual debe sentir. ¿Están perdonados mis pecados? ¿Ha quitado mi culpa Cristo, el Portador del pecado? ¿Tengo yo un corazón limpio, purificado por la justicia de Cristo? ¡Ay del alma que no esté buscando refugio en Cristo! ¡Ay de los que de alguna manera apartan la mente de la obra e inducen a alguna alma a ser menos vigilante ahora...

La gran obra de la cual no debiéramos desviar nuestra mente consiste en averiguar cuál es nuestra situación personal frente a Dios. ¿Están asentados nuestros pies sobre la Roca de los siglos? ¿Nos estamos escondiendo en el único Refugio? La tormenta se avecina con furia implacable. ¿Estamos preparados para hacerle frente? ¿Somos uno con Cristo así como él es uno con el Padre? ¿Somos herederos de Dios y coherederos con Cristo?...

El carácter de Cristo debe ser el nuestro. Debemos ser transformados por la renovación de nuestro corazón. En esto consiste nuestra única seguridad. Nada puede separar a un cristiano viviente de Dios.

Fuente: ¡Maranata: el Señor Viene! p.107.
Autor: E. G. de White. Los adventistas creemos que ejerció el don bíblico de profecía durante más de setenta años de ministerio público.

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