jueves, 24 de setiembre de 2009

¿Cuál es la manera apropiada de adorar a Dios? Por Lilianne Doukhan

De una u otra forma, todos adoramos. Aun los incrédulos adoran, ya sea el dinero, a ídolos del deporte o la música. Fuimos creados para adorar. El hecho de que Dios haya creado a Adán y Eva en el sexto día, justamente antes del sábado, tiene un profundo significado teológico y sociológico. La intención del Creador era que en la vida humana la adoración tuviera la prioridad por sobre cualquier otra actividad. Es esta prioridad la que demanda que los seguidores de Dios no sólo adoren, sino que lo hagan correctamente. El acto y la manera de adorar no pueden darse por sentado.

¿Cuál es la manera apropiada de adoración? ¿Existe sólo una forma o un estilo correcto? ¿Han cambiado las formas de adorar con el tiempo? ¿Quién decide cuál es la manera correcta? Una vez que dejamos las opiniones y preferencias personales de lado, para hallar la respuesta debemos acudir a la Palabra de Dios.

El significado de la adoración

Las Escrituras nos presentan varios modelos de adoración. Uno de los más claros se encuentra en Isaías 6:1-8, donde el profeta relata la visión de una escena de adoración celestial. Este pasaje nos presenta un programa, inclusive una orden de adoración.

El capítulo comienza con la visión de Dios en su trono celestial y en su entorno reinan la belleza, el poder, la majestad y la reverencia. Aquí se nos enseña el por qué de nuestra adoración: es la respuesta a la presencia divina y a su llamado a adorar.

Los salmos --los textos de alabanza y adoración tradicionales de Israel-- nos muestran el cómo de la adoración: con gozo y reverencia. Esta idea se repite una y otra vez con frases tales como "Venid, aclamemos alegremente a Jehová.... Venid, adoremos y postrémonos" (Salmo 95:1, 6).

No es fácil encontrar el equilibrio entre el gozo y la reverencia en la adoración. En los servicios de culto a Dios, a menudo enfatizamos uno en desmedro del otro. Se nos hace difícil hallar la forma de combinar los dos. Nos cuesta ser reverentes y al mismo tiempo alegres. Pero eso es lo que Dios nos pide cuando le adoramos.

La Biblia también presenta la adoración como una actividad integral. Los adoradores deben acercarse a Dios con su ser entero. La adoración bíblica requiere del espíritu, la mente y los sentidos. Según Isaías 6, la adoración incluye la vista, el oído, el olfato y el tacto.

La adoración también es un acto corporativo: venimos a Dios como un grupo de creyentes. Esto implica una dimensión vertical y otra horizontal. En la adoración, a menudo interactuamos con las personas de manera limitada; sin embargo, la verdadera adoración debe acercarnos no sólo a Dios sino también a los otros creyentes. Debido a que nuestras iglesias son cada vez más multiculturales y multigeneracionales, esto representa un desafío, pues cada grupo desea expresar la adoración a su manera.

Asimismo, cuando nos reunimos a adorar, necesitamos saber a quién estamos rindiendo culto. La adoración no es para nosotros mismos. La adoración es para Dios y a Dios. Es una actividad centrada en la divinidad, totalmente enfocada en él (ver Salmo 9:1, 2). No venimos principalmente a adorar para recibir bendiciones, para aprender algo, o para estar en comunión fraterna: el propósito principal de la adoración es venir a Dios, darle gloria y hablar de sus proezas.

La adoración es, por lo tanto, una experiencia en comunidad: Dios inicia un llamado a la adoración y los adoradores le responden.

Para que haya adoración, la actividad debe ser significativa para ambas partes. Esa adoración es agradable a Dios. El Salmo 19 lo expresa con claridad: "Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti" (vers.14). Sin embargo, en nuestra adoración, ¡cuán a menudo nos esforzamos por agradar a la congregación!

Nuestros motivos determinan la manera en que planeamos y organizamos el culto de adoración. Cuando pensamos en formas de adorar, nuestra primera preocupación debe ser: "¿Será agradable a Dios?" Cuando queremos agradar a alguien, tratamos de saber cómo es la persona: "¿Qué carácter tiene? ¿Qué le gusta hacer? ¿Cómo nos trata?" Debemos hacer las mismas preguntas para saber qué cosas agradan a Dios. Las respuestas a estas preguntas nos guiarán respecto de lo que es apropiado o inapropiado en el culto de adoración.

Pero la adoración también debe ser significativa para el adorador. Es importante saber si la adoración es relevante para la congregación; es decir, si la congregación encuentra sentido en la adoración. Esto nos recuerda la importancia de los símbolos. El significado en la adoración está dado por símbolos, tales como la Santa Cena, el bautismo, la lectura de la Biblia, la oración, la música, la arquitectura, etc. Todos son "signos" que ayudan a dar significado a la adoración y deberían contribuir a que la misma sea relevante.

Ésta es una tarea difícil. Y lo es aún combinar los dos, es decir, lo apropiado con lo relevante. ¿Cómo puede nuestra adoración ser agradable a Dios, y al mismo tiempo ser significativa para la congregación? ¿Cómo combinar el elemento divino (el llamado) con el elemento humano (la respuesta) cuando adoramos?

Las formas de adorar

El servicio de adoración pertenece a toda la congregación, no sólo al pastor. Necesitamos educar a nuestras congregaciones acerca de esto, y a nuestros pastores, dirigentes del servicio de adoración y de la música. A menudo, estos últimos anhelan brindarse a la congregación con sus talentos y buenas intenciones. Los músicos, que tienen preparación específica, necesitan recordar que la adoración es algo muy especial. No consiste sólo en "hacer música". En la adoración no sólo se "interactúa" con la congregación; no sólo se "lee un texto", sino que todo esto se hace en la presencia de Dios, y para Dios.

La adoración verdadera, en su esencia y en sus formas, comienza con la reflexión, la enseñanza y el aprendizaje por parte de los participantes. Este proceso abarca la educación, el entrenamiento y preparación de mentores, dirigentes y de la congregación misma.

La adoración nos lleva a preguntarnos: ¿Prefiere Dios algún estilo o manera particular de adorar? ¿Existe algún modo mejor que otros en la manera de adorar? ¿Hay una sola forma apropiada que debe seguirse en todo el mundo? La Biblia deja en claro que no es la forma o el estilo en sí mismos lo importante para Dios. Lo que Dios busca es la condición y la actitud del adorador. La mayor expectativa es, a los ojos de Dios, «el espíritu quebrantado»; el «corazón contrito y humillado» (Salmo 51:17). A Dios no le agradan nuestros sacrificios, nuestro culto de adoración, cuando olvidamos "hacer justicia, y amar misericordia, y humillarnos ante [él]" (Miqueas 6:8).

Por lo tanto, sólo la genuina transformación del corazón garantizará una manera genuina de adoración. Cualquiera sea la forma, si no venimos con un corazón transformado, la adoración no tendrá sentido. En una entidad mundial y multicultural como lo es la Iglesia Adventista, los mismos principios deben guiar nuestra comprensión de qué es la adoración. Extraídos de la Palabra de Dios, son inmutables y eternos, independientes del tiempo y el espacio. La diferencia está en las expresiones de adoración, en el cómo adorar. Necesitamos determinar qué actitudes, en nuestra cultura, expresan mejor la reverencia. La pregunta que debemos hacernos es: "¿Será que este modo particular de expresión dentro de mi cultura será reconocido como una expresión de reverencia hacia Dios?"

Lo mismo sucede con el gozo. Existen diversas maneras de expresar gozo. Algunos saltan y gritan, otros lo expresan con tranquilidad. Más allá de una cultura particular, necesitamos descubrir la mejor manera de expresar el gozo que proviene de la adoración bíblica. ¿Qué clase de gozo debemos experimentar en el acto de adoración? ¿Hay diferencia entre el gozo que nos embarga en la adoración y el que sentimos en un encuentro deportivo o musical? El gozo de la adoración no es común, sino sumamente especial. En cierto sentido, es similar al gozo humano, pero también es diferente. El relato de Nehemías de la dedicación del muro de Jerusalén luego del exilio de Israel dice que "se regocijaron, porque Dios los había recreado con grande contentamiento" (Nehemías 12:43). Vale decir que el gozo experimentado en la adoración proviene de Dios y es el resultado de un encuentro con él, por lo que ha hecho por nosotros. Esta búsqueda del gozo divino es de suma importancia, ya que dará forma a nuestras expresiones de adoración: el comportamiento, la música, y la forma de hacer música.

La forma y el contenido van de la mano, tanto en la adoración como en todo arte. En ambos sucede que si el mensaje transmitido por la forma no concuerda con el contenido, terminaremos con expresiones artísticas o de adoración falsos. Esta idea de la expresión cultural puede ser ilustrada mediante la figura de las cañerías de agua. Aunque las cañerías sean de diversos materiales (metal, plástico, cemento), todas pueden transportar agua. De la misma manera, diferentes expresiones culturales pueden transmitir una verdad particular. Sin embargo, hay algo importante: debemos asegurarnos de que para cuando el agua nos llegue y la bebamos, sea pura y potable. Si la composición química del agua cambia, puede transformarse en veneno. Hay cañerías que pueden cambiar la naturaleza del agua. Si utilizo un caño de plomo, el agua tendrá suficiente plomo como para afectar negativamente la salud. Algo tan esencial para la vida como el agua puede ser causa de enfermedad. Si nuestra adoración de alguna manera adultera el mensaje que queremos transmitir, no representa una forma apropiada de adoración y necesitamos cambiarla. Por otro lado, si con verdad transmite el mensaje de adoración, es una adoración apropiada aunque se aleje de las formas tradicionales.

Una de las dificultades relacionadas con la adoración es que conlleva una tensión, como hemos notado, entre la dimensión divina y la humana; entre las expresiones de gozo y las de reverencia; entre lo que es apropiado y lo relevante. Es una tensión positiva ya que nos desafía constantemente a reflexionar. Esta tensión requiere que no escatimemos esfuerzos para hallar un equilibrio entre los dos factores. Esto no puede ser hecho por una persona sola; toda la congregación tiene que asegurarse de que la adoración sea agradable a Dios.

A la luz de esta tensión, cualquier discusión acerca de las formas toma una dirección nueva. El tema ya no es elegir entre estilos (que significa que algunos estilos son mejores que otros), sino elegir dentro de un estilo determinado. La adoración apropiada puede darse con múltiples estilos, y dentro de cada estilo debemos elegir aquellos elementos que transmitan con propiedad los verdaderos valores de la adoración.

Las preguntas que debemos hacernos no son: ¿Está bien aplaudir en el culto de adoración? ¿Es aceptable este estilo de música? ¿Podemos presentar dramatizaciones como parte del culto? ¿Deberíamos arrodillarnos o ponernos de pie para orar? Las formas no son ni el objetivo ni el propósito de la adoración. Son los resultados y las consecuencias de nuestra reflexión en la adoración. Aquí pueden surgir nuevos interrogantes orientadores:

- ¿Cómo podemos crear una atmósfera de santidad en la adoración? - ¿Cómo podemos hacer para que en la adoración, el adorador sea elevado hacia Dios y no hacia la música o la predicación? - ¿Cómo podemos expresar gozo y reverencia y mantener un equilibrio entre los dos? - ¿Qué expresiones de adoración pueden ayudar a la congregación a llegar a ser mejores practicantes de su fe, es decir, a hacer misericordia y justicia, que son las señales de la adoración verdadera? - ¿Cómo podemos hacer para que la adoración comunique el mensaje de Dios al mundo?

Necesitamos reaprender a adorar. El secreto para lograrlo es reaprender cómo conectarnos con Dios de manera personal. La adoración corporativa comienza a nivel personal. A medida que conocemos mejor a Dios y nos acercamos a él, a medida que aprendemos como relacionarnos con él y con nuestros semejantes, descubriremos cómo hacer para que nuestros servicios de adoración sean más significativos.


Fuente: Dialogo Universitario
Autor: Lilianne Doukhan es profesor asociado de Música en la Andrews University donde imparte clases de Musicología y Música Religiosa. Tiene un doctorado en Musicología de la Michigan State University. Realiza talleres y conferencias en todo el mundo sobre adoración, culto y la música de la iglesia.

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lunes, 7 de setiembre de 2009

Isaac Newton: hombre de ciencia, teólogo, creacionista y adventista. Por Ruy Carlos de Camargo Vieira

Era una persona insólita: distraído y generoso, sensible a la crítica y modesto. Afrontó varias crisis psicológicas y tenía dificultad en mantener buenas relaciones sociales. Sin embargo, fue uno de los extraordinarios gigantes de la historia: un físico brillante, un astrónomo y matemático eminente, y un filósofo natural.

Cuando Isaac Newton, este genio y caballero inglés murió en 1727 a la edad de 85 años, dejó una marca indeleble en cada actividad en la que participó. Conocemos sus leyes del movimiento y la teoría de la gravitación universal. Y lo conocemos a él por su contribución a la comprensión del universo. Pero raramente oímos hablar acerca de sus contribuciones a la teología cristiana. Después de un estudio minucioso de sus escritos, he llegado a la conclusión de que Newton no sólo fue un gran hombre de ciencia, sino también un gran teólogo, un verdadero creacionista y adventista.1

Mi recorrido hacia la comprensión de Newton como teólogo comenzó hace unos 45 años cuando yo mismo llegué a ser adventista, después de asistir a una serie evangelizadora sobre las fascinantes profecías bíblicas de Daniel y el Apocalipsis. En ese entonces yo estudiaba la carrera de Ingeniería en la Escuela Politécnica de la Universidad de San Pablo, Brasil.

El ambiente universitario de ningún modo favorecía al desarrollo de mi fe. Me sentía bombardeado de todas direcciones. El materialismo, las preocupaciones humanistas y una concepción científica del mundo convergían para cuestionar mi fe recién descubierta. Yo necesitaba algo para defender lo que creía que era verdadero y quería que mi defensa fuera sólida y lógica.

En mi búsqueda de publicaciones apropiadas, encontré una versión portuguesa del libro Observations Upon the Prophecies of Daniel and the Apocalypse, no en la biblioteca de la Universidad ni en una librería, sino en una venta callejera de libros. Me llevé una agradable sorpresa al encontrar que el mismo Isaac Newton a quien, como estudiante de ingeniería había encontrado en los estudios sobre óptica, mecánica, cálculo diferencial e integral y gravedad, ¡había dedicado bastante tiempo y esfuerzo a la cronología bíblica y a la interpretación de las profecías! En realidad, la Enciclopaedia Britannica incluye su Enmienda de la cronología de los reyes antiguos y Observaciones sobre las profecías de Daniel y el Apocalipsis de S. Juan entre las cinco obras más importantes de Newton; las otras son Philosophia Naturalis Principia Matematica, Opticks, y Arithmetica Universalis.

Mi descubrimiento y estudio de un Newton erudito y cristiano me condujo a entenderlo como creacionista, adventista e intérprete de las profecías.
Newton, el creacionista

Robert Boyle, un pionero en los experimentos con gases y sólido promotor del cristianismo, que había abogado por el estudio científico de la naturaleza como un deber religioso, había muerto en 1691. Su testamento disponía que se realizara una serie anual de conferencias con la intención de defender el cristianismo contra la incredulidad. Richard Bentley, clérigo y distinguido erudito de los clásicos, pronunció la primera serie de conferencias en 1692.

En preparación para sus conferencias, Bentley pidió la ayuda de Newton, quien ya era famoso por sus Principia (1687). Bentley esperaba demostrar que, de acuerdo con las leyes físicas que gobiernan el mundo natural, debiera haber sido imposible que los cuerpos celestes aparecieran sin la intervención de un agente divino.

De allí en adelante, Bentley y Newton intercambiaron una correspondencia “casi teológica”. En su primera carta a Bentley, Newton declaró: “Cuando escribí mi tratado sobre nuestro sistema, tuve mis ojos fijos en los principios que pudieron actuar considerando la creencia de la humanidad en una divinidad, y nada me resulta más gratificador que ver que resultó ser útil para este objetivo”.2

Más tarde Newton escribió: “Los momentos que los planetas tienen hoy no pudieron originarse de causas naturales aisladas, sino que les fueron impuestos por un agente inteligente”.3

Otros escritos afirman la firme creencia de Newton en un Creador, a quien él se refiere a menudo como el “Pantokrator”, el Todopoderoso “que tiene autoridad sobre todas las cosas existentes, sobre la forma del mundo natural y el curso de la historia humana”.
Newton fue muy claro en afirmar sus convicciones: “Debemos creer que hay sólo un Dios o monarca supremo a quien debemos temer, guardar sus leyes y darle honor y gloria. Debemos creer que él es el padre de quien provienen todas las cosas, y que ama a su pueblo como su padre. Debemos creer que él es el ‘Pantokrator’, Señor de todo, con poder y dominio irresistibles e ilimitados, del cual no tenemos esperanza de escapar si nos rebelamos y seguimos a otros dioses, o si transgredimos las leyes de su soberanía, y de quien podemos esperar grandes recompensas si hacemos su voluntad. Debemos creer que él es el Dios de los judíos, quien creó los cielos y la tierra y todo lo que en ellos existe, como lo expresan los Diez Mandamientos, de modo que podamos agradecerle por nuestra existencia y por todas las bendiciones de esta vida, y evitar el uso de su nombre en vano o adorar imágenes u otros dioses”.4

Newton, el adventista

A Newton también le preocupaba la restauración de la Iglesia Cristiana a su pureza apostólica. Su estudio de las profecías lo llevó a concluir que, en última instancia, la iglesia triunfará a pesar de sus fallas actuales. William Whiston, quien sucedió a Newton como profesor de Matemáticas en Cambridge y escribió The Accomplishment of Scripture Prophecies, declaró después de la muerte de Newton que “él y Samuel Clarke habían dejado de luchar por la restauración de la iglesia hacia las normas de los tiempos apostólicos primitivos porque la interpretación de Newton de las profecías los había llevado a esperar una larga era de corrupción antes de que pudiera ser efectiva”.5

Newton creía en un remanente fiel que sería testigo del fin de los tiempos. Uno de sus biógrafos escribió: “En la iglesia verdadera, a la cual señalan las profecías, Newton no quería incluir a todos los que se llaman cristianos, sino a un remanente, unas pocas personas dispersas, elegidas por Dios, personas que no son movidas por ningún interés, instrucción o poder de autoridades humanas, que son capaces de dedicarse sincera y diligentemente a la búsqueda de la verdad”. “Newton estaba lejos de identificar lo que lo rodeaba como el cristianismo apostólico verdadero. Su cronología interna había puesto el día de la trompeta final dos siglos más adelante”.6

En Daniel 2 Newton veía el desarrollo de la historia de la humanidad hasta el fin del tiempo, cuando Cristo establecería su reino. Escribió: “Y una piedra cortada no con mano, que cayó sobre los pies de la imagen, y rompió los cuatro metales en pedazos, y llegó a ser un gran monte, y llenó toda la tierra; representa que se levantará un nuevo reino, después de los cuatro, y conquistará a todas aquellas naciones, y crecerá hasta ser muy grande, y durará hasta el fin de todos los tiempos”.7

Al considerar las demás visiones de Daniel, Newton aclara que después del cuarto reino sobre la tierra vendría la segunda venida de Cristo y el establecimiento de su reino eterno: “La profecía del Hijo del hombre que viene en las nubes de los cielos se relaciona con la segunda venida de Cristo”.8

Newton, el intérprete de las profecías

Newton no estaba satisfecho con la interpretación de las profecías de su época. Sostenía que los intérpretes no “tenían métodos previos... Distorsionaban parte de las profecías, sacándolas de su orden natural según sus propias conveniencias”.9

En armonía con su enfoque de los problemas científicos, Newton estableció normas para la interpretación profética, con una codificación del lenguaje profético que tenía como intención eliminar la posibilidad de distorsiones “a la conveniencia de uno”, y adoptó el criterio de permitir que la Escritura revele y explique la Escritura.

De este modo, la interpretación de Newton difería de la interpretación de la mayoría de sus contemporáneos. El no estaba interesado en el uso de la profecía para explicar la historia política de Inglaterra, como lo hacían otros, sino más bien se centraba en el estudio del comienzo de la gran apostasía que ocurrió en la iglesia y en la restauración final de la iglesia a su pureza original.

Este interés en la restauración de la iglesia a su pureza apostólica llevó a Newton a estudiar la segunda venida de Cristo. Su preocupación por el futuro lo condujo a las 70 semanas de Daniel 9. El, como muchos dispensacionalistas de hoy, asignaba la última semana a un futuro indeterminado cuando comenzaría el regreso de los judíos y la reconstrucción de Jerusalén, y que culminaría con la gloriosa segunda venida de Cristo.

Esta interpretación, por supuesto, es contraria a las creencias de los adventistas. Sin embargo, algunos de los principios de interpretación de Newton están en armonía con los nuestros. Por ejemplo, considera la interpretación que daba Newton a los símbolos:
“Los vientos tempestuosos, o el movimiento de las nubes [representa] guerras;... La lluvia, si no es inmoderada, y el rocío, y el agua corriente [representan] las gracias y las doctrinas del Espíritu; y la falta de lluvia, la esterilidad espiritual. En la tierra, la tierra seca y las aguas congregadas, como un mar, un río, una inundación, están en lugar de la gente de diversas regiones, naciones, y dominios... Y varios animales como un león, un oso, un leopardo, y un macho cabrío, de acuerdo con sus características, están en lugar de varios reinos y cuerpos políticos... Un gobernante está representado por alguien que cabalga en una bestia; un guerrero o un conquistador, por una espada y un arco; un hombre poderoso, por su estatura gigantesca; un juez, por una balanza y pesas;... honor y gloria, por una vestimenta espléndida; dignidad real, por ropaje de púrpura o escarlata, o por una corona; la justicia, por vestimentas blancas y limpias; la maldad, por ropa manchada y sucia”.10

En la interpretación de las profecías relacionadas con el tiempo, Newton sostenía que “los días de Daniel son años”.11 El aplicó este principio a las 70 semanas12 y a los “tres tiempos y medio” de apostasía. Newton aclara que el “día profético” es “un año solar”, y que un “tiempo” en la profecía también es equivalente a un año solar. “Y los tiempos y las leyes fueron desde entonces dados en su mano por un tiempo, tiempos y el medio de un tiempo, o tres tiempos y medio; es decir, por 1260 años solares, considerando un tiempo como un año calendario de 360 días, y un día por un año solar”.13

Conclusión

Newton fue extremadamente cauto en sus creencias religiosas. Esto puede explicar, en parte, por qué no publicó sus obras teológicas durante su vida. Tal vez, consciente del ambiente religioso inglés, no quería ser acusado de herejía, sino que buscó con afán la verdad como la encontraba en la Biblia. Afortunadamente, sus obras teológicas fueron publicadas después de su muerte.

Como adventistas, podremos no estar de acuerdo con Newton en todas sus interpretaciones de la profecía bíblica, pero podemos beneficiarnos con sus obras teológicas y su metodología cuidadosa a fin de mantenernos firmes en la fe, aun cuando sigamos estudios científicos. El fue un verdadero gigante de la ciencia que no se avergonzaba de su fe, sino que, por el contrario, dedicó tiempo para entender la Palabra de Dios, tanto cuando predice los movimientos de la historia, como cuando proporciona orientación para ordenar la vida personal de cada uno.


Fuente: Dialogo Universitario / "Isaac Newton: hombre de ciencia y teólogo"
Autor: Ruy Carlos de Camargo Vieira (Ph.D., Universidad de Sao Paulo) es ingeniero mecánico y eléctrico; actualmente es miembro del Consejo Superior de la Agencia Espacial Brasileña. En 1971, el Dr. Vieira fundó la Sociedad Creacionista Brasileña, y comenzó la publicación de Folha Criacionista, una revista bi-anual en portugués.
Notas y referencias: 1. Ver mi Sir Isaac Newton: Adventista?, un librito publicado por la Sociedade Criacionista Brasileira. 2. Richard S. Westfall, The Life of Isaac Newton (Cambridge: University Press, 1993), p. 204. 3. Bernard Cohen, Isaac Newton: Papers & Letters on Natural Philosophy (Cambridge: Harvard University Press, 1958), p. 284. 4. Westfall, p. 301. 5. Id., p. 300. 6. Id., p. 128. 7. Isaac Newton, Observations Upon the Prophecies of Daniel and the Apocalypse of St. John, pp. 25, 26. 8. Id., p. 128. 9. Westfall, pp. 128, 129. 10. Newton, Observations, p. 18-22. 11. Id., p. 122. 12. Id., p. 130. 13. Id., pp. 113, 114.

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