miércoles, 12 de mayo de 2010

Peligros espırıtuales. Por Roy Adams

Ataques sutiles (y no tan sutiles) a la integridad de nuestra fe

El avemaría, una de las oraciones cristianas más antiguas y populares, ha pertenecido a la liturgia católica desde el siglo XV, ya que es recitada como parte del rosario. Cuando se le pone música se llama «Ave María» y las más populares son las composiciones de Franz Schubert y Charles Gounod. Si ha escuchado alguna vez las versiones cantadas por Luciano Pavarotti o Aaron Neville, podrá entender qué cautivantes resultan. Al menos ese es el efecto que tienen sobre mí cada vez que las escucho.

No obstante, más allá de las válidas referencias bíblicas (basadas en Lucas 1), la composición es en esencia una oración a María, que queda oculta para la mayoría de nosotros porque está en latín. ¿Sentiría yo lo mismo si esas palabras estuvieran traducidas? La letra termina diciendo lo siguiente:

«Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén».

Si permito que mi devoción por la música me enceguezca a lo inapropiado de la letra, estaría dejándome llevar por las meras emociones. Orar a los muertos es impropio y no tiene sustento bíblico.

Desde el mismo comienzo, los adventistas hemos tenido en alta estima la teología y la doctrina. Aunque se han burlado de nosotros por ello, y aunque algunos adventistas con sus excesos han producido sin querer un rechazo de la doctrina y la teología, sería un terrible error abandonar esta posición histórica. Ninguna doctrina que propugnemos ha enfrentado mayor resistencia que la que se refiere a lo que sucede después de la muerte.

Un libro de alto impacto

Un profesor de una universidad adventista me contactó a comienzos de 2009, preguntándome si había oído del «estupendo éxito de La cabaña (The Shack)».1 Su clase de Escuela Sabática de jóvenes, lo había usado a manera de folleto el trimestre anterior, y había escuchado que otras iglesias adventistas lo «estaban analizando en la Escuela Sabática, entre otros usos». Desde entonces, he oído que docentes de otras instituciones educativas adventistas recomiendan el libro, y aun (en un caso) han distribuido ejemplares a los alumnos internos, e invitado al autor para realizarle una entrevista como si fuera una celebridad, y para que interactúe con los docentes y los alumnos.

La obra ha recibido críticas muy favorables en algunas publicaciones. En una nota en el sitio web del libro, Eugene Peterson afirma que tiene «el potencial de hacer por nuestra generación lo que hizo El peregrino de John Bunyan por la suya».2

¿De qué trata el libro?

En la contratapa aparece un resumen del argumento: «Missy, la hija menor de Mackenzie Allen Philips, es raptada durante unas vacaciones familiares. En una cabaña abandonada en medio de los bosques de Oregón se hallan evidencias de que ha sido brutalmente asesinada. Cuatro años después, sumido en una gran tristeza, Mack recibe una nota, en apariencia de parte de Dios, que lo invita a pasar un fin de semana en la cabaña. Se dirige al lugar en una tarde invernal y regresa a su peor pesadilla. Pero lo que encontrará cambiará su vida para siempre».

Algo que jamás deberíamos hacer es subestimar el poder de la ficción. Y lo que aquí tenemos, es una obra de ficción que esconde una agenda teológica. En la aislada cabaña, Mack se encuentra con tres miembros de la deidad, y descubre que Dios tiene que ver con las «relaciones», una palabra popular en los círculos cristianos actuales. (Mientras leía esta obra estaba estudiando el libro de Jeremías, y no pude pasar por alto el inmenso contraste entre el Dios de La cabaña y el Dios de Jeremías. Resulta ser que el que se presenta en la obra es un ser simpático, que necesita el café matutino y consume bebidas alcohólicas).

El regreso de las niñas muertas


Lo que sucede en la cabaña es que Mack puede comunicarse con Missy que ahora disfruta del cielo. Ella lo anima, le da claves para hallar al asesino y le asegura que él no tiene la culpa por su muerte. La narrativa está formada por un sueño dentro de un estado de coma transformado en ficción. Todo es fluido, esotérico y nebuloso. Pero la enseñanza clara es que los muertos pueden comunicarse con los vivos.

Es un género que satura la cultura contemporánea, según destaca Bob Mondello, crítico cinematográfico del Times de Los Ángeles en un informe reciente en la National Public Radio.3 En una tras otra de las películas recientes, dice Mondello «las niñas muertas regresan como fantasmas a ayudar a sus padres». En Desde mi cielo (The Lovely Bones) «el fantasma de Susie Salmon […] vigila a sus padres, guiando sus pasos hasta el asesino». En Edge of Darkness, «la niñita de papá, tratando de evitar el peligro, encuentra sin embargo la muerte en el umbral de su casa, y entonces comienza a hablarle desde más allá de la tumba». Y en el drama histórico La Creación (The Creation), Annie, «la hija recién fallecida de Charles Darwin […] merodea su estudio y lo anima a terminar el libro El origen de las especies (On the Origin of Species.4

Almas perdidas (Ghost Whisperers), una serie de televisión (CBS Television) estrenada en septiembre de 2005, es solo una de muchas, del mismo estilo. En este caso, se relata la vida de Melinda Gordon (Jennifer Love Hewitt), quien puede «comunicarse con los fantasmas que se aferran a los vivos porque aún tienen asuntos que terminar en este mundo».5

De peligros y asechanzas

El tema más controvertido que enfrentan los evangelistas adventistas no es el sábado sino el estado de los muertos. La gente quiere creer que sus amados fallecidos han ido al cielo, que los observan y que son capaces de enviarles señales y mensajes. Cualquier doctrina contraria enfrenta una dura resistencia.

El destacado erudito del Nuevo Testamento Oscar Cullmann, dijo que algunas de las cartas más desagradables que recibió en toda su carrera profesional fueron en reacción a un breve ensayo en el que defendía la resurrección bíblica de los muertos en lugar de la noción griega de la inmortalidad del alma. Una mujer de Francia le escribió: «Los franceses que anhelamos el Pan de Vida, hemos recibido piedras en lugar de pan, por no decir serpientes».6 En el servicio recordatorio lleno de celebridades, llevado a cabo en la Catedral Nacional de Washington poco después del 11 de septiembre de 2001, Billy Graham, en un mensaje en otros sentidos excelente, aseguró a su audiencia: «Muchos de los que murieron la semana pasada están ahora mismo en el cielo».7

Ya sea en narrativas de ficción o (supuestamente) de la vida real (como en un programa religioso radial que escuché hace poco en el que personas se reúnen para invocar la aparición de María), el tema está entrando de diversas maneras, y es un enfoque sutil que todo experto publicitario entiende bien. Es importante que no reaccionemos de manera exagerada a cualquier incidente al respecto, pero la confusión sobre lo que sucede cuando morimos no es un tema de poca importancia. Puede servir de iniciación al espiritismo, que sabemos tendrá un papel primordial en la crisis final. Al contemplar nuestra época, Juan vio salir de las bocas del dragón, de la bestia y del falso profeta «tres espíritus inmundos semejantes a ranas». Estos son, dijo, «espíritus de demonios, que hacen señales y van a los reyes de la tierra en todo el mundo, para reunirlos para la batalla de aquel gran día» (Apoc. 16:13, 14).

Como adventistas, tenemos una misión especial. A veces por inocentes o bien por un complejo de inferioridad, saboteamos nuestra propia «marca». Creo que la música del «Ave María» siempre me resultará cautivante, pero estaría mal que recomendara esa pieza a otras personas. Puede ser que me impresionen las cualidades literarias de La cabaña, me identifique emocionalmente con la tragedia que llevó a William Young a escribir ese libro, y aún asigne el libro a mi clase de lecturas académicas. Pero usarla como sustituto de la Guía de Estudio de la Biblia o distribuirla entre los alumnos de los colegios adventistas sería cruzar la raya. Debido a los temas bíblicos que involucra y al extraño poder de la ficción, sería tan irresponsable como introducirlos a las tablas ouija o a las cartas de tarot.

Para los que están en formación, esta obra, por más buenas intenciones que posea, bien puede servir como un pasaporte al ocultismo.




Fuente: AdventistWorld.com
Autor: Roy Adams es el redactor de asociado
 Adventist World. Ha sido editor asociado de la Adventist Review desde 1988. Anteriormente, Adams servido a la Iglesia Adventista en los EE.UU. y Filipinas. Obtuvo un ThD en la Andrews University. Es autor de varios libros incluyendo El Santuario (The Sanctuary, Review and Herald, 1994) y La naturaleza de Cristo (The Nature of Christ, Review and Herald, 1994).

Referencias:
1 Wm. Paul Young, The Shack (Newbury Park, Calif.: Windblown Media, 2007). 2 http://theshackbook.com 3 «Daughters, daughters everywhere …», NPR, 29 de enero de 2010. www.npr.org/templates/story/story.php?storyId=123122932&sc=emaf. Ibíd. 45 http://www.cbs.com/primetime/ghost_whisperer/ 6 Oscar Cullmann, en Krister Stendahl, ed., Immortality and Resurrection (New York: Macmillan Co., 1965), p. 47. 7 www.americanrhetoric.com/speeches/billygraham911memorial.htm

2 comentarios:

  1. Hola,es muy nteresante y amplio este asunto

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  2. realmente me siento confuso acerca de que los muertos se puedan comunicar con os vivos. Pero la verdad es que la Biblia prohibe esta comunicación. Pienso que en vez de comunicarse con os muertos sería mejor comunicarse con Dios.

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